Prólogo
El presente ensayo tiene como objetivo poner una mirada crítica hacia el sector que
hoy ocupan los JÓVENES, la llamada JUVENTUD. Como es de suponer,
hoy por hoy mucho se puede hablar de ambas categorías, muchos estudios hay
sobre la temática desde las ciencias sociales y el
presente ensayo tratará de abordar la temática desde varios campos de las
ciencias sociales. Muchas problemáticas quedaron fuera del presente trabajo y que podrán ser
consultadas en otros trabajos e investigaciones.
Quiero resaltar que la
intencionalidad de este ensayo es iluminar algunas de las tantas problemáticas
que hoy recaen sobre los jóvenes. Quisiera que este trabajo sirva para debatir,
reflexionar, repensar que mundo, que país y que sociedad estamos
construyendo para el presente y el futuro de nuestros jóvenes.
Hace algún tiempo atrás llegó hasta mis
manos la Declaración del Congreso de SUTEBA (de febrero de 2005) que tomé como
disparador para abordar gran parte de este trabajo, en uno de sus párrafos la
Declaración decía lo siguiente:
"La masacre de Cromagnon, así
como los asesinatos de Budge y de la comisaría de Quilmes, la tragedia de
Patagones, las víctimas del gatillo fácil, los cien pibes que mueren por día
por causas evitables, entre otros emergentes, muestran tanto la crisis de un sistema para el cual la vida humana no
tiene valor, particularmente la de los jóvenes, y de un estado
cómplice y corrupto, presente a la hora de defender los grandes intereses
económicos y ausente a la hora de dar respuesta a los derechos populares. Estos hechos que conmueven
a los argentinos no son producto de la fatalidad,
sino la confluencia de causas, que para ser revertidas nos comprometen a
construir más organización para producir
transformaciones políticas, culturales,
legales (...) La impunidad es el principal obstáculo para modificar esta
realidad, por ello debemos seguir movilizándonos para exigir juicio y
castigo a todos los responsables y demandar políticas públicas que
garanticen un presente y un futuro distintos para nuestros niños y jóvenes, es la lucha
por un país con justicia , y derechos para todo nuestro
pueblo" (el subrayado
es mío)
De este párrafo, más que
significativo, subrayé algunos conceptos que creo claves y que desde el ensayo intenté
desarrollar, indagar y criticar como ser: "la vida humana no tiene valor, particularmente la de
los jóvenes"; "Estado cómplice y
corrupto"; "fatalidad"; "causas"; "impunidad";
"movilización"; "políticas públicas que garanticen un presente y
un futuro distintos"; "justicia";
"derechos".
La gran mayoría de estos conceptos
están directamente vinculados a los efectos que produjeron las políticas
neoliberales aplicadas desde la última dictadura y a lo largo de la
restitución democrática, sobre todo bajo los gobiernos de Menem y De la Rúa, y que podemos afirmar que
aún hoy continúan.
Es por eso que a la hora de hacer un análisis sobre el sector de
los jóvenes, o la juventud, se hace necesario
e imprescindible mencionar como repercutieron los efectos del modelo socioeconómico
neoliberal. Un modelo que intensificó la concentración de la riqueza, sumergió
a casi el 50% de la población del país en la pobreza y a más del 20% directamente en la
indigencia.
Un dato más que impactante y que
resume los efectos de este modelo es, según el último censo, en la provincia de
Buenos Aires, casi el 75% de los jóvenes se
encuentra por debajo de la línea de pobreza, y las cifras a nivel nacional hablan
de que 6 de cada 10 jóvenes son pobres.
La destrucción del tejido social
también incidió directamente en el modo de vivir de los jóvenes, en la cultura que los rodeaba y
que a su vez, atravesadas por el deterioro social producido en sus vidas,
contribuyeron a crear una nueva "cultura", creando nuevas
representaciones sociales, que también el poder hegemónico y sus
voceros, los medios masivos de comunicación, contribuyeron a exacerbar. Sin
embargo, después del mediático caso Blumberg, éstos mismos medios de
comunicación instalaban el discurso "los jóvenes son
peligrosos", homologando adolescencia pobre con delincuencia e inseguridad, estigmatizando
aún más a los jóvenes.
A los largo del ensayo trataré de
bucear en algunos puntos que creo que determinantes para sacar algunas
conclusiones con respecto a esta temática. Como dije anteriormente, habrá
puntos que no trataré en detalle, creo igualmente que los puntos aquí tratados merecen nuestra atención para tomar cartas en el asunto.
Gustavo
Racovschik
Enero 2006
II.
La segunda mitad del siglo XIX será, en los países
centrales europeos (Francia, Inglaterra y mas tarde Alemania), la consolidación
definitiva de la clase burguesa como clase
hegemónica. En esta etapa histórica, las clases medias, que en períodos
anteriores no se habían identificado plenamente con la burguesía, comienzan a
adoptar estilos de vida de la clase triunfante. Por aquel entonces, las clases
medias estaban integradas por los hombres de negocios, funcionarios
estatales o las profesiones liberales (abogados, contadores, médicos, etc.).
Es por ésta época, que en países de
crecientes economías como Gran Bretaña, surge la categoría Juventud,
identificando bajo esta categoría a un grupo de individuos que están
en la edad entre la adolescencia y el matrimonio.
Las clases medias de aquel entonces
buscaban emparentarse mas con la triunfante burguesía y sus modos de vida y
separarse los más posible de los sectores populares, los cuales, a su vez,
también pugnaban por ascender en la escala social. Es de esta manera que quienes
pertenecían o querían pertenecer a la clase media tenían debían distinguirse de
los sectores populares, en su mayoría obreros y campesinos. Según Hobsbawm, las
clases medias utilizaron tres criterios para diferenciarse: "Uno de
esos criterios era adoptar una forma de vida y una cultura de clase media; otro
criterio era la actividad del tiempo de ocio y especialmente la nueva práctica
del deporte; pero el principal indicador de
pertenencia social comenzó a ser, y todavía lo es, la educación formal".
Para los jóvenes de clase media, el
acceso a la educación formal era una
manera de posponer su ingreso al mercado de trabajo, significaba ascenso
social, el ingreso a los negocios, tener mas tiempo para el ocio, era una
condición esencial de status. La educación separaría a los jóvenes de las
clases medias y altas de los jóvenes de las clases trabajadoras y campesinas. "La
educación secundaria hasta los 18 años se generalizó entre las clases medias,
seguida normalmente por una enseñanza universitaria o
una preparación profesional elevada (...) La escuela era la escala que permitía seguir
ascendiendo a los hijos de los miembros de las capas medias. En cambio, muy pocos hijos de
campesinos, y menos todavía de trabajadores, podían llegar a esos
peldaños" sentencia Hobsbawm. Es decir, la categoría JUVENTUD tiene su
surgimiento en un determinado contexto histórico, económico, social y cultural.
Esto coincide con lo que, más adelante, expresará Sergio Balardini, "jóvenes
hubo siempre, pero juventud no".
Más de 150 años después de aquel
momento, las diferencias que separan a los jóvenes de clases medias y altas de
los jóvenes de las clases subalternas se han hecho más profundas, convirtiendo
a los jóvenes de las clases subalternas en excluidos o marginados sociales,
dado que, hoy por hoy, éstos jóvenes tienden a convivir con realidades como
pobreza, menor escolaridad, menor acceso a oportunidades laborales, mayor
chance de sufrir explotación laboral o el desempleo, alcoholismo y/o drogadicción, prostitución, violencia doméstica,
dificultades en la familia y en la escuela
entre otras tantas problemáticas; problemáticas éstas que las que difícilmente
un joven de clase media o alta atraviese.
Paradójicamente, y a pesar de la
clara diferenciación entre los jóvenes de las clases media y alta y los jóvenes
de las clases subalternas, bajo la categoría de Juventud se suele
homogeneizar a toda una franja de adolescentes, por el mero
hecho de cumplir algunos requisitos de orden biológico o cronológico, sin
atender las particularidades.
Creí conveniente que este primer
punto haga referencia a las distintas miradas, posiciones o argumentaciones que
se dan en torno a los conceptos de Jóvenes
y de Juventud, sobre todo porque existen divergencias entre las posiciones
que adoptan instituciones como la UNESCO
y especialistas dedicados al tema, y que tiene que ver preponderantemente a la
posición social que ocupa el joven, y en que generalmente se tiende a
homogeneizar al sector Juventud.
A lo largo del ciclo de la vida
humana, la juventud ha sido identificada como una fase etárea intermedia, la
transición de la adolescencia a la vida adulta. Ésta fase etárea, también es
identificada, generalmente, como la de dependencia económica y asociada a la
educación y a la formación, próxima a la constitución de una vida familiar y
profesional propia. También en ocasiones, la juventud es vista como un estado
del espíritu, del cuerpo, como un signo de salud y disposición; pero a la vez, es también
un consumidor, una franja del
mercado que todos quieren incluir.
La juventud podría entonces
emparentarse con todo el período de la adolescencia hasta la entrada en la vida
adulta, sin embargo la adolescencia es más que una etapa o un estadio del desarrollo cognitivo o
biológico, sino que además es el momento mas importante de la constitución de
subjetividad desde la pubertad; esta etapa está
marcada también por la irrupción de la sexualidad, en su vertiente
de la genitalidad. Esta etapa es acompañada por importantes cambios corporales,
tanto en el hombre como en la mujer y es la etapa cuando los
adolescentes/jóvenes comienzan a identificarse con tal o cual gusto (sexual,
musical, artístico, etc) que lo llevan a vestir nuevos ropajes, lucir nuevos
peinados, tatuar o agujerear partes de su cuerpo. Hábitos que proponen distintas
y cambiantes identificaciones -"soy esto" o "soy lo otro"-
donde cada identificación supone modos de relación con los otros, conductas,
códigos de lenguaje, gustos musicales,
de los que el joven se apropia.
Desde una mirada institucional, la
UNESCO define a la juventud como "un período que se da entre la infancia y la edad
adulta". El marco cronológico de juventud es definido por la UNESCO
como "el período de la vida que va desde los 15 años a los 25 años
incompletos", o sea, al completar los 25 años la persona deja de ser joven.
Ahora veamos que opinan los
especialistas. Según Cecilia Braslavsky "...la etapa juvenil es
considerada, habitualmente, como el período que va desde la adolescencia
(cambios corporales, relativa madurez sexual, etc.) hasta la independencia de la familia, la formación de un nuevo hogar, la
autonomía económica; éstos serían los elementos que definen la condición de
adulto. Un período que combina una considerable madurez biológica con una
relativa inmadurez social. La juventud se convertiría como en una especie de
transición hacia la edad adulta..."
Sin embargo, esta autora sostiene que
"existe en la sociedad el mito de identificar a los
jóvenes con algunos de ellos, una especie de juventud homogénea"
o también " el mito de la igualdad de oportunidades con que
cierto discurso intenta unificar la condición para todo aspirante a participar
plenamente de la vida colectiva, aunque provengan de mundos sociales
extremadamente diversos. Así, todo joven se encontraría en igualdad de oportunidades
para recibir los conocimientos e incorporar las aptitudes que lo transformarán
en productor y lo formarán como ciudadano..."
Para Mario Margulis, el tema de la
juventud se complica cuando "...ésta no se refiere solo a un estado,
una condición social o una etapa de la vida, sino que es vista como un producto...",
y agrega que "...la juventud aparece entonces como un valor simbólico
asociado con rasgos apreciados ?sobre todo por la estética dominante-, lo que
permite comercializar sus atributos (o sus signos exteriores),
multiplicando la variedad de mercancías ?bienes y servicios- que impactan
directa o indirectamente sobre los discursos sociales que la
aluden y la identifican".
En ocasiones, se suele hablar de juventud
y hacer referencia a lo generacional, como que los jóvenes son
"generacionalmente iguales" según la edad de nacimiento. Mario
Margulis hace el siguiente aporte con respecto a este punto: "la
generación, más que a la coincidencia en la época de nacimiento, remite a la historia, al momento histórico en que se ha
sido socializado. La generación no es una simple coincidencia en la fecha de
nacimiento, sino una verdadera hermandad frente a los estímulos de una época,
una simultaneidad en proceso que implica una
cadena de acontecimientos de los que se puede dar cuenta en primera persona,
como actor directo...".
Otro aporte a la cuestión
generacional lo hace el sociólogo Jorge Elbaum que nos dice que "Homogeneizar
a los distintos grupos juveniles sobre la base de una
pertenencia generacional suele ser una falacia analítica habitual. Dicha
clasificación suele estar guiada mas por los datos que el sentido común brinda que por el
resultado de un auténtico relevamiento sociológico. Considerar la dimensión
etaria como un dato explicativo de percepciones y prácticas regulares termina
funcionando en la investigación como
obstáculo epistemológico que impide comprender la influencia de otros factores
?como la clase social, el género y las pertenencias étnicas y
culturales- que en ocasiones terminan siendo más importantes que la tenencia de
una edad determinada".
Por último, veamos la opinión de
Sergio Balardini: "...jóvenes hubo siempre, pero juventud no, aunque
parezca extraño, la idea de juventud está íntimamente ligada a los roles
históricos de los distintos grupos etáreos y sociales...", y agrega
que "...la juventud como tal (no los jóvenes) es un producto histórico
resultado de relaciones sociales, relaciones de poder, relaciones de producción que generan este
nuevo actor social. La juventud es un producto de la sociedad burguesa, de la
sociedad capitalista, antes la juventud no existía; uno podía decir que jóvenes
hubo siempre mientras que juventud no, la juventud como fenómeno social en los
términos occidentales que hoy la comprendemos, es un producto histórico que
deviene de las revoluciones burguesas y del nacimiento y desarrollo del capitalismo".
Después de analizar las distintas
miradas sobre los conceptos de Jóvenes o Juventud, parece quedar
claro que éstos conceptos no pueden quedar aislados, sin tener en cuenta las variables económicas,
políticas, sociales y culturales que ocupan los jóvenes en la sociedad del
siglo XXI. Asimismo, se debe desnaturalizar la categoría juventud, para
tomarla en su historicidad. Son arbitrarios culturales y reglas socialmente
construidas las que determinan en que momento o por medio de que rituales se
pasa de una etapa a la otra, de esta manera, varían las edades cronológicas.
En las sociedades del siglo XXI,
los jóvenes son presas de una gran contradicción producto del sistema
capitalista imperante y es que los jóvenes de sectores medios y altos
generalmente tienen la oportunidad de estudiar, de postergar su ingreso a las
responsabilidades de la vida adulta: se casan y tiene hijos mas tardíamente,
gozan de un período de menor exigencia, de un contexto social protector que
hace posible la emisión, durante períodos más amplios, de los signos sociales
de lo que generalmente se llama juventud. En cambio, los jóvenes,
integrantes de las clases subalternas, tienen acotadas sus posibilidades de
acceder a la moratoria social por la que se define la condición de juventud;
no suele estar a su alcance el lograr ser joven de las formas normales: deben
ingresar al mercado de trabajo tempranamente ?a trabajos mas duros y menos
atractivos-, suelen contraer a menor edad obligaciones familiares
(casamiento o unión temprana, consolidada por los hijos). Carecen del tiempo y
del dinero (moratoria social)
para vivir un período mas o menos prolongado con relativa despreocupación y
ligereza.
Podemos afirmar entonces que en la
actual coyuntura que vive nuestro país, que será analizado en el siguiente
punto, no se puede hablar de jóvenes o de juventud de manera
uniforme, ya que éstos conceptos guardan una estrecha relación con las
condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y hasta jurídicas en
que se encuentran los individuos insertados dentro de éstos conceptos. Por lo
que sería necesario revisar este "período de transición" denominado juventud.
Es preciso puntualizar el inicio de
un nuevo modelo estructural a mediados de los años ´70, momento en que el Golpe
Militar de 1976 inauguró un proceso de acumulación basado en la valorización
financiera del capital y en el desmonte de
las instituciones de bienestar. Por otro lado, a partir de entonces da comienzo
un importante deterioro de la ciudadanía democrática, que
se explica desde dos factores: la profundización de los cambios regresivos en
la estructura social, y el
reforzamiento de esa tendencia a través de las políticas neoliberales de ajuste
económico y flexibilización laboral con la implantación de un Estado mínimo.
Las paulatinas reformas del Estado en
la década del ´90 estableció el retiro de la intervención estatal del plano
económico y social ?requisito necesario para implementar la apertura económica
que afectó negativamente al mercado interno- y, por otro lado, el desmonte
definitivo de las instituciones del Estado de Bienestar, indispensable para
reducir la presión impositiva sobre los
grandes capitales ?base de la demanda de achicamiento del
gasto público- y que fue acompañada por la flexibilidad de las relaciones
salariales, hicieron crecer sostenidamente los índices de pobreza, indigencia y
desocupación.
En esta década se produjo un profundo
deterioro del mercado de trabajo, que trajo aparejado la inestabilidad laboral
de los trabajadores y una fuerte disminución de los ingresos. Uno de los resultados principales de
la política económica aplicada por éstos años fue
la modificación negativa en la distribución del ingreso, que colocó a la
Argentina entre los primeros 15 países del mundo que exhiben la distribución
más injusta; mientras que en lo que se refiere a los países de economías con
niveles de vida relativamente altos, nuestro país se ubica entre los que exhiben
mayor desigualdad social. De ésta manera, el crecimiento económico de unos
pocos se ha conseguido gracias al deterioro de las condiciones de vida de la
mayoría.
A mediados de los ´90, en nuestro
país comenzaron a sucederse grandes protestas y conflictos sociales,
principalmente ante el cierre de fuentes de trabajo y la
llegada de empresas extranjeras, vía privatizaciones, a lo que el Estado argentino
respondió con la ampliación de su esfera penal. De ésta forma, se criminalizaba
la pobreza creciente, pues al no pretender modificar las causas que provocaban
la exclusión social, reaparecen las políticas punitivas como complemento del
orden de acumulación que se intenta preservar.
Entonces, el Estado argentino ha
respondido sucesivamente al problema de la creciente pobreza con una política
de "oídos sordos" a los reclamos populares. Simultáneamente a esta
sordera, dio paso a una estrategia de lucha contra la inseguridad
urbana apelando a un discurso de "mano dura". Con el criterio de
"balas para los delincuentes", lamentable frase esgrimida por el ex
gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, el Estado
provincial "criminalizaba la miseria". Este criterio asocia en los
universos simbólicos a la pobreza con el delito; e identifica a: los pobres, los de piel morena, los mal
vestidos, los que hablan mal, los obreros desocupados, los cartoneros, los
piqueteros, los que mendigan como los enemigos de la "sociedad
civilizada".
Las clases dominantes y sus
portavoces, los medios de comunicación de masas, asocian pobreza y violencia, y
a esta con la ignorancia, ya que esta es una manera de circunscribir a la
violencia que existe en toda la sociedad.
La creciente pobreza en nuestro país
repercutió en los niños, adolescentes y jóvenes con mayor incidencia que en el
resto de la población. Este fenómeno tiene entre sus causas fundamentales la
creciente desocupación y escasez de los ingresos de los adultos, como
así también una creciente pauperización de los sectores de la clase media.
La apertura de la economía, el ajuste
estructural, las privatizaciones y el achicamiento del Estado, y su impacto
sobre las tecnologías productivas, se han reflejado en el mercado de trabajo a
través de la agudización de la segmentación, la creciente
precarización de las condiciones de trabajo y el alto desempleo, fenómenos que,
afectan fuertemente a los jóvenes. A ello, se suma que los requisitos para
ingresar a un empleo son cada vez mayores,
para conseguir un empleo mas o menos bien remunerado, los requisitos mínimos
son de escolaridad media completa.
Sin embargo, la posibilidad de
encontrar un empleo "bien remunerado" y encima dentro del
"mercado formal" son escasas, además, con la implementación de nuevas
leyes laborales, se contempla varios tipos de contratos temporarios, especialmente dirigidos
a los jóvenes. La investigadora del CONICET, Claudia Jacinto sostiene que "todo
parecería indicar que para ser empleable, un joven debe tener un título de
nivel medio, aceptar condiciones precarias de trabajo y contratación, y poseer
ciertas características personales e interactivas como responsabilidad individual,
autonomía y auto-organización de la tarea, adaptabilidad a los cambios,
predisposición al aprendizaje permanente y
buen trato".
En este contexto socio-laboral en el
que son estrechas las posibilidades de acceso al empleo para todos los jóvenes,
la situación se torna mucho más difícil para los jóvenes de las clases
populares.
Paulatinamente, junto con el
incremento de la pobreza, comenzaron a sucederse diversas estrategias de supervivencia familiar, donde
muchas veces, los niños, adolescentes y jóvenes, constituyen un eslabón muy
importante en la captación familiar de recursos, a través del desarrollo de distintas
actividades, por ejemplo:
a. Trabajando en la calle, donde básicamente venden mercancías de paso,
limpian vidrios de automóviles, practican distintas formas de mendicidad o
cuidan a sus hermanos mas pequeños mientras sus madres también mendigan.
b. Ejercen la responsabilidad del cuidado del hogar, generalmente las jóvenes,
haciéndose cargo de los hermanos mas chicos, mientras los padres se encuentran
generando recursos fuera del hogar.
c. Trabajan junto a sus padres o alguno de ellos trabajan en actividades autónomas
marginales, como por ejemplo el cartoneo.
d. Se ven involucrados en situaciones tipificadas como delitos.
Todas estas situaciones, implican
casi necesariamente la desescolarización, la pérdida de oportunidades futuras y
daño emocional. A estas realidades, podríamos
agregarle el deterioro del sistema educativo (del que nos referiremos mas
adelante) y los servicios de salud y asistenciales, por lo que, niños,
adolescentes y jóvenes quedan excluidos también de éstos servicios, que el
Estado debería garantizarlos.
Según UNICEF, en la Argentina, siete
de cada diez niños son pobres, y en las provincias del Noroeste y el Noreste,
la situación recrudece: tres de cada cuatro niños son pobres y uno de cada tres
es indigente. Una muestra realizada por el INDEC en 28 conglomerados
urbanos durante el segundo semestre de 2003 (hace sólo dos años) estableció que
el 76,8% de los hogares era considerado "pobre" y solo el 23,2%
"no pobre", en la actualidad, aunque pareciera que las cifras han
descendido, la brecha sigue siendo muy grande. Esto significa que ocho de cada
diez hogares no alcanzaban a cubrir sus gastos de alimentos, ropa, educación y servicios. A su
vez, cuatro de cada diez de éstos hogares fue considerado indigente. Esto es:
no alcanzaban a cubrir los gastos de alimentación.
El agravamiento de las desigualdades
y la descomposición social que conlleva, hipoteca el futuro de los jóvenes. Así
las oportunidades laborales y educativas de los jóvenes han seguido declinando.
Los jóvenes de hogares pobres se
encuentran prácticamente condenados al trabajo como una de las pocas
condiciones de movilidad social. Por eso, al ingresar al mercado de trabajo,
ocupan los lugares de menor remuneración y casi siempre conjugadas con
posiciones de subordinación en el interior de la jerarquía del trabajo. Por el
contrario, los jóvenes hijos de clase media y alta, que poseen en general las
posibilidades de financiar y sostener la inactividad de sus hijos y así,
postergan su ingreso al mercado de trabajo. De esta manera, terminan por tener
acceso a mejores lugares laborales, con mayor remuneración y en puestos mas
jerarquizados.
La crisis del trabajo cae sobre la
juventud diferenciadamente cuando es analizado desde el punto de vista de una
sociedad de clases, una vez que para el joven hijo de padres pobres parece
haber mayor presencia de un contexto de violencia, en cuanto al joven hijo de
padres de clase media o alta tiende a estar asociado a la emigración
internacional
Después de los expuesto, tenemos un
panorama mas amplio en el cual, hoy por hoy, una gran cantidad de jóvenes
crecen y se desarrollan, sumidos en la pobreza, la exclusión, la marginación,
carentes de los servicios básicos de educación y salud, desprotegidos por el
Estado y sus instituciones. Esto nos lleva a sostener que éstos jóvenes de sectores
populares, no se insertan en las características por las cuales se definen
comúnmente a los jóvenes, como así también que, teniendo en cuenta esta
realidad, el llamado sector de la juventud no es uno solo y para todos
iguales, no hay de ninguna manera una juventud homogénea.
I.
La política educativa en la Argentina reconoce su origen
institucional a fines del siglo XIX con la sanción de la Ley 1420 en 1884, que establece el sistema de
educación pública, gratuita, obligatoria y laica. Desde sus comienzos, la
política educativa ha sido una de las principales estrategias público-estatales
tendientes a la integración social de la población, alcanzando
hacia finales del siglo XX una cobertura casi universal en el nivel primario.
Durante la mayor parte del siglo
pasado, la Argentina fue un país que sustentaba expectativas de movilidad
social ascendente para las clases populares urbanas. El paso por el sistema educativo primero, y
la inserción laboral posterior en un empleo estable, constituían un recorrido
habitual o por lo menos plausible para la mayoría de los jóvenes de clase baja
y media urbana. Pero todo ello ha pasado a ser historia para un sector
importante de los jóvenes de hoy.
Los cambios productivos, tecnológicos
y las nuevas demandas sociales, junto a la proyectada crisis del empleo,
pusieron a mediados de los años 80 en la agenda la necesidad de encarar una
reforma educacional integral. Al mismo tiempo, a partir de la descentralización de la educación básica y
media se puso en juego la necesidad de darle
un carácter federal a cualquier
proyecto de reforma y a la política educativa
en su conjunto.
En este marco, con el objeto de
adecuar el sistema educativo a las nuevas condiciones "económicas y
sociales", léase demandas del mercado, el gobierno nacional impulsó una reforma global
del sistema educativo a principios de la década del 90, lo cual se
logró en 1993 con la Ley Federal de Educación (Ley 24195) y la Ley de Educación Superior (Ley
24521).
A partir de la Ley Federal de
Educación aumentó el período de obligatoriedad escolar de 7 años (nivel
primario) a 10 años, debiendo transitar desde el preescolar hasta el Tercer
Ciclo de Educación General Básica (EGB). De esta manera, los alumnos
permanecen en el sistema educativo desde los 5 a los 14 años. Los dos
primeros años del nivel secundario (de 5 años de duración) fueron asimilados
por el tercer ciclo del EGB (de los 12 a los 14 años). Los años restantes
pasaron a formar parte del nivel de educación Polimodal, con 3 años
de duración no obligatorios (de los 15 a los 17 años).
Más de diez años después de la puesta
en marcha de la Ley Federal de Educación, podemos afirmar que actualmente en
nuestro país conviven 24 sistemas educativos distintos, dado que en
muchas provincias la ley no se aplicó, en otras provincias se aplicó
parcialmente y en otras se aplicó casi a rajatabla, como es el ejemplo de la
Provincia de Buenos Aires.
Pese a la expansión educacional
registrada en la Argentina en los últimos años, se han profundizado las
desigualdades en las posibilidades de los jóvenes de diferentes estratos
sociales de lograr un nivel de educación que les permita un cierto nivel mínimo
de bienestar.
Actualmente, son muchos los jóvenes
que sufren el rezago educacional, mucho más si son provenientes de hogares
pobres o están vinculados a la economía informal. En este contexto, más del 40%
de éstos jóvenes abandonan sus estudios. La realidad marca que el 95% de los niños entran en el
nivel EGB pero sólo el 72% terminan. Sólo el 37% de los adolescentes que
ingresan al Polimodal lo finalizan, y el dato mas destacado es que solo el 12%
de los estudiantes llegan a finalizar el nivel universitario. En igual sentido,
cabe observar que el 57% de los jóvenes de 20 a 24 años no supera el nivel de
instrucción de sus padres, alcanzando un promedio de 9,5 años de escolaridad.
Es aquí donde se manifiesta uno de los principales déficit educativos
vinculados al mercado de trabajo.
Como señala el informe de SIEMPRO (2001), "la crónica
insuficiencia de ingresos y el fracaso escolar son factores de presión sobre
los hogares pobres para que envíen precozmente a sus miembros más jóvenes al
mercado de trabajo, interrumpiendo de este modo su educación. Y una entrada al
mercado de trabajo con una baja calificación es un factor de peso en la reproducción de la pobreza,
ya que los coloca en las zonas más precarias y desprotegidas".
O sea, la exigencia de ingresar
prontamente al mercado laboral para los jóvenes de clases populares los hace
dejar sus estudios, lo que incide negativamente tanto en los logros educativos
presentes, como en las posibilidades de conseguir un empleo adecuado en el
futuro. Por lo que, los jóvenes de hogares de bajos recursos son los
principales excluidos del modelo neoliberal. Cada vez más jóvenes no
estudian, no trabajan, quedan fuera de la sociedad formal y se refugian en las estructuras "no visibles"
de la pobreza, la delincuencia o la marginalidad.
El trabajo precoz en niños y jóvenes,
o la escolaridad precaria o la ausencia de ella, son hechos que se
correlacionan fuertemente, uno se explica por el otro, y también no pueden ser
tomados linealmente, uno como solución del otro. Los jóvenes que tiene trabajo
precoz o de baja calidad y remuneración, son los jóvenes que
tienen poca escolaridad o de pésima calidad o están fuera de la escuela, y se
hayan en esta condición por ser hijos de trabajadores en condiciones de vida
precaria.
Eso nos muestra que la tesis de
"empleabilidad" es falsa y cínica. Falsa porque la escuela no tiene
capacidad de generar ni de garantizar el empleo. Esta tesis de la
"empleabilidad" es solo una nueva forma de intensificar la
explotación del trabajo.
Una ideología que aumenta su eficacia en la medida en que es efectiva en la
interiorización o subjetivización de que el problema depende de cada uno y no
de la estructura social o de las relaciones de poder. En la escuela de hoy, se
trata de adquirir un "paquete de competencias" que el mercado reconoce
como adecuadas para el nuevo "ciudadano productivo".
A partir de lo analizado en el punto
anterior, es que pienso que el problema del empleo juvenil tiene que abordarse
en primera instancia en el sistema educativo y su relación con el mundo del
trabajo. El sistema educativo tiene una función central e indelegable en el proceso de
adquisición por parte de los jóvenes de las capacidades y actitudes necesarias para
una inserción dinámica en el mercado de
trabajo. En los mercados modernos se está produciendo un
cambio que exige una preparación cada vez mas avanzada para poder optar a los
puestos de trabajo que emergen. Cambia el tipo de requerimiento y se pasa de
los conocimientos especializados a las competencias generales.
Con ello se refuerza la necesidad de
una mayor cobertura en educación primaria y secundaria para desarrollar las
competencias básicas que constituyen el fundamento para la especialización. La
mejora de la calidad es un desafío obligado; particularmente urgente para los jóvenes
que provienen de hogares pobres que deben superar la desigualdad en el acceso a
las oportunidades.
Son en su mayoría los jóvenes de
sectores medios y bajos urbanos ?sometidos a un mayor empobrecimiento material
y cultural- los que tienden a abandonar sus estudios, pasar al desempleo o aun
empleo precario y, muchas veces, afectados por el desaliento, ingresar al
mercado de actividades marginales.
Lo que vemos entonces, analizando el
punto II y el punto III, es que, el trabajo y la educación
entran en una radical contradicción, sobre todo si tenemos en cuenta que la
mayor productividad del trabajo
debería liberar mas tiempo libre para dedicarlo al estudio, sin embargo, en la
fase del capitalismo actual, la exclusión es cada vez mas grande. O sea, crece
el número de jóvenes que participan en trabajos o en actividades de distintos
tipos como forma de ayudar a sus padres en el hogar y a la vez decrece el nivel
de estudios obtenidos.
Si partimos de una diferenciación de
los jóvenes según su condición social, hay tres instituciones (la familia, la
escuela y el lugar de trabajo) que funcionan de modos distintos. Por ejemplo,
para aquellos jóvenes de clase media o alta, "socialmente incluidos",
la familia es el gran punto de apoyo en su travesía entre el mundo de la
escuela y el mundo del trabajo.
Cuando ellos se procuran y se
experimentan, la familia funciona como contención en los momentos críticos.
Para los jóvenes de clases populares, "socialmente excluidos", cuando
llega la adolescencia, es la familia la que precisa de ellos para que colaboren
en la supervivencia del núcleo familiar.
Para los jóvenes "socialmente
incluidos", la escuela es el centro de su vida. El buen desempeño escolar es todo lo
que se espera de ellos en esta fase de la vida. En cambio, para los jóvenes
amenazados de exclusión, la escuela es una presencia periférica y, asimismo,
una ausencia efectiva en sus vidas. Para los jóvenes "incluidos", el
trabajo es visto en términos de proyecto de vida, como orientación vocacional. Para
los jóvenes excluidos, el trabajo se convierte en la herramienta por la
supervivencia.
Para el conjunto de los jóvenes, mas
allá de su condición social, la incesante búsqueda de referentes para la construcción de su identidad fuera de la
familia, como parte de su proceso de individualización, se torna característico
y es aquí, en este proceso, donde los medios masivos de comunicación,
fundamentalmente la televisión, tiene su
principal incidencia en la subjetividad de los jóvenes, en el sentido de crear
referencias de identidad.
La formación para la identidad de los
jóvenes se convierte en un proceso penoso y complicado. Las referencias
positivas escasean o se mezclan con las negativas. Ropa, posturas e imágenes componen el lenguaje simbólico
inseparable de los jóvenes. La identidad solo existe como espejo, y ese espejo
es el obrar del otro, el reconocimiento de los otros.
Y en este complejo proceso de la
adquisición de identidad de los jóvenes, existe el fenómeno del "mercado
adolescente" o lo que es lo mismo, el adolescente, el joven, transformado
en franja privilegiada por el mercado consumidor. La asociación juventud-consumo,
inaugurada en EE.UU. y rápidamente difundida por todo el mundo, favoreció al
florecimiento de una cultura joven altamente hedonista.
La imagen del adolescente consumidor, difundida
por las publicidades y la televisión, ofrecen una identificación a todos
los jóvenes sin distinción de clase. Esto genera una gran contradicción, ya que
al ser la publicidad destinada "a
todos los jóvenes", seguramente habrá quienes no puedan acceder a ese
producto. Al darse esta situación, que diferencia la posibilidad de "igual
consumo" ante la
desigualdad de acceso al producto, cada clase social busca determinados valores y determinados
padrones consumistas. Sin embargo, en muchas oportunidades, se da el fenómeno
de que los jóvenes de clase media o alta tienden a identificarse con los
jóvenes de clases populares, y esto se hace principalmente visible en la
vestimenta, en la música que escuchan, a los
lugares donde van a bailar, etc.
La actual sociedad de mercado, como
cualquier aparto cultural, depende de las actitudes y disposiciones
psicológicas de los individuos para ser y pensar. Para que el mercado funcione,
es preciso que el sujeto esté siempre dispuesto a adquirir los nuevos productos creados por la industria. A esto se
acostumbra a llamar consumismo. Sin embargo, la palabra consumismo es
inadecuada para designar el hábito económico al cual se refiere por dos
principales motivos: por un lado, porque nos hacen creer que consumimos cosas
que, de hecho, compramos; y por otro lado, para dar entender que todos somos iguales
ante la posibilidad de comprar de mercaderías. El comprar no siempre es una acción regida por
necesidades biológicas, pero sí como un hecho económico con implicaciones
sociales. Delante de esta realidad, los jóvenes son diferentes y desiguales.
Adquirir un determinado define dentro del universo social "quien es quien".
Los llamados "objetos de
consumo", de ésta forma, no son consumibles por todos ni están igualmente
disponibles para todos los jóvenes. La producción de mercaderías es
selectivamente organizada y distribuida para quienes tiene mucho, poco o ningún
dinero.
Por lo tanto, el llamado consumismo,
es el modo por el cual el imaginario económico encontró su manera de
legitimarse culturalmente, representando a los productos o mercaderías como
objetos de necesidad supuestamente universal y, ocultando por ese medio, las
desigualdades económicas y sociales de los potenciales compradores, en este
caso, los jóvenes.
Jorge Elbaum opina al respecto que "...
las políticas de ampliación del consumo juvenil, asentadas en la postulación de
productos específicos para determinada edad y los discursos homogeneizantes
referentes al único tipo de juventud se sustentan en un intento de borramiento
de fronteras que las posiciones sociales no dejan de negar a medida que se
profundiza en los condicionamientos sociales".
Podemos inferir entonces que es
imposible pararnos desde un discurso homogeneizante teniendo en cuenta de qué
manera los jóvenes construyen su subjetividad, su identidad, en una sociedad
tan polarizada como la nuestra, donde la publicidad y la TV marcan cuál es el
objeto a consumir o el producto "de moda" próximo a comprar y que éstos
pasarán a ser parte de esa construcción de identidad. Esto marcará en el joven
su carácter de "incluido" o "excluido", pero en este caso,
del "mercado consumista", lo que en muchas ocasiones trae aparejado
la consolidación de discriminaciones simbólicas, jerárquicas, autoritarias y
excluyentes, llevando incluso a la violencia.
Hemos visto en los puntos anteriores
como los jóvenes, de acuerdo a su condición social, se insertan en las esferas
laboral y educacional, la estrecha relación que existe entre estos dos
factores, y como éstos jóvenes construyen su identidad.
En este punto analizaré como los
jóvenes participan en la sociedad, como es su relación con la política y con
los partidos políticos, y como participan en otras acciones tendientes a
mejorar su calidad de vida. Inmediatamente surgen algunos interrogantes que
intentaremos responder en este punto ¿Acaso todos los jóvenes participan de
igual manera? ¿Los jóvenes que no tienen participación en organizaciones de la sociedad civil, qué
hacen?
Para partir sería conveniente hacer
una distinción que creo oportuna: en la Argentina, por muchos años, los jóvenes
habían sido uno de los motores de la sociedad en cuanto a
inquietudes, demandas, participación y organización. Los jóvenes de la
generación del Cordobazo (1969), de la Juventud Peronista u otras
organizaciones como Montoneros o el ERP, eran jóvenes que
trazaban en sus historias de vida experiencias de participación política
basadas en las ideas revolucionarias del socialismo, donde la cuestión principal era
transformar al mundo, y cuando ello parecía posible, pero para lograr aquel
objetivo había que participar, porque en cuanto uno participaba hacía mas
pronta la llegada de ese nuevo mundo, con su hombre nuevo.
La Dictadura Cívico-Militar instaurada en
1976 cambió radicalmente ese panorama. Los jóvenes fueron el principal blanco
de las fuerzas armadas, fueron perseguidos, secuestrados, torturados,
desaparecidos, asesinados o exiliados. Su efecto perduró por muchos años
después de haber concluido aquellos años de plomo.
Sergio Balardini opina al respecto de
este punto "... llevando adelante las políticas neoliberales sobre y
desde los Estados, desde mediados de los años 70, se actúa en tres espacios,
por un lado en el espacio de lo social, desactivando, desorganizando, o sea,
desactivando la organización, por lo que habrá una menor demanda popular sobre
el Estado; se operará la transformación del propio Estado para que se libere de
las respuestas a esas demandas acumuladas; y, en el ámbito de lo económico, la
reorganización a partir de la revolución científico-tecnológica. Se actúa
sobre lo social, se actúa sobre el Estado, se actúa sobre el sistema económico
productivo. Una operación política completa. Transformación que da lugar a una
sociedad diferente. Porque en la medida en que la construcción de subjetividad
cambia radicalmente, también va a devenir otro tipo de sujetos, entre ellos los
jóvenes".
El campo de la acción política hoy se
presenta menos nucleada por una confrontación ideológica en una sociedad de
clases. La inquietud política de la mayoría de los jóvenes hoy se encuentra en
otro ambiente de recepción. A
esto se debe sumar la existencia de una fuerte crisis de representatividad y
vaciamiento del sentido de las instituciones.
Por muchos medios (especialmente
desde el aparato escolar y desde los medios de comunicación
de masas) se trata de "despolitizar" a los jóvenes, de conducirlos
hacia otros caminos posibles, de desmovilizarlos, de aplacar su espíritu
juvenil, y en otros casos, se los estigmatiza o criminaliza.
Otro aspecto a considerar es la falta
de incentivos a la participación y organización
de los jóvenes dentro del sistema educativo. Tanto los funcionarios educativos
como gran parte de los directivos y docentes no facilitan la
apertura de espacios de participación estudiantil en las escuelas, negando de
ese modo el cumplimiento de los derechos políticos que la Constitución Nacional
les otorga como ciudadanos.
En los últimos años, los jóvenes
encontraron una vía de canalizar sus inquietudes "políticas" a través
de distintas Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), que van desde la
defensa por los Derechos Humanos, el Medio Ambiente, el Voluntariado, etc.
Por ejemplo, la cuestión ambiental ha
alcanzado un lugar destacado en los debates sobre la construcción social del
futuro de la comunidad humana, vinculando
a las viejas y nuevas generaciones en una esfera de negociación de proyectos de sociedad y modos de participación
política.
Lo que parece atraer a los jóvenes,
para la acción ecológica como nuevo tipo de militancia política es su
centralidad en problemas concretos, en
oposición al tradicional debate ideológico, visto por
ellos como supuestamente estéril; la tracción por las causas planetarias,
pasando por alto los conflictos locales; y la valorización de una dimensión
ético-moral que perciben como
ausente de las prácticas políticas tradicionales.
Según Sergio Balardini, el problema
radicaría en una "crisis de los agentes socializadores clásicos, de las
instituciones tradicionales de participación. Hoy, los jóvenes se agrupan de un
modo fuertemente informal, una buena proporción de los jóvenes que participan
no lo hacen en estructuras tradicionales, lo hacen mucho mas por agenciarse a
proyectos de gestión cultural o social
próximos, un qué hacer de resultados, hagamos esto, juntémonos para hacer tal
cosa, que puede devenir, o no, en alguna forma organizativa".
Creo que es conveniente hacer una
aclaración. La gran mayoría de los jóvenes que se organizan en torno, ya sea de
una ONG o a un partido político, son jóvenes de clase media (o media baja, si
es que existe esta clase), esto no quita que los jóvenes de clases populares se
agrupen y organicen, de hecho es notorio que jóvenes de éstos sectores lo hacen
en torno a los movimientos de desocupados, sobre todo en el Conurbano
Bonaerense o en el interior del país.
Pero qué pasa con aquellos jóvenes
que no se organizan, no participan, no creen en la política y mucho menos en
los políticos. Y aquí también cabría hacer una distinción de acuerdo a la
condición social del joven. Posiblemente, un joven de clase media o alta no
tenga interés en participar en
ningún tipo de actividad política o social, dado que su vida pasa por otros
ámbitos, como ser la universidad, el trabajo, la familia, los
amigos, el club, etc.
En cambio, para aquellos jóvenes
"socialmente excluidos" que permanecen alejados de cualquier tipo de
organización, alejados de sus familias, expulsados del sistema escolar, con la
calle como único ambiente de socialización, se podría decir que éstos
jóvenes simplemente son "invisibles". Y esta invisibilidad es causada
por todos los sectores de la sociedad que día a día los margina, los excluye,
ya ni siquiera las instituciones, sino las personas que son indiferentes ante
esta "otra" realidad. Éstos jóvenes "socialmente
invisibles" que no participan en la sociedad, son declarados
"prescindibles" y muchas veces son perseguidos por las fuerzas de seguridad o institucionalizados, en otras
ocasiones, son utilizados para el comercio de drogas, la prostitución, el
robo o los secuestros, son víctimas del "gatillo fácil".
Muchos políticos, retóricamente
hablan de los jóvenes como "el futuro de nuestro país", pero sin embargo
no discuten ni debaten cuando se pone en la agenda la reducción de la edad de
imputabilidad penal de los jóvenes.
Los jóvenes, hoy por hoy, no pueden
ser el futuro de ningún país, en cuanto una parte significativa de ellos son
pobres o indigentes y no tienen acceso a una educación digna o bien son
desocupados.
Muchas instituciones condenan a los
jóvenes a una "muerte simbólica" y
moral, en la medida en que matan su futuro, eliminando las chances de
revalorización. Las instituciones públicas son cómplices de la criminalización
de la pobreza en cuanto contribuyen a esta dinámica, lanzando a mucho jóvenes
excluidos al "infierno" carcelario-punitivo.
Después de haber analizado los
factores económicos, sociales, políticos y culturales por los que atraviesa la
juventud argentina o podría decirse, los jóvenes argentinos, podemos afirmar
que en esta sociedad argentina del siglo XXI no se puede tomar la categoría
JUVENTUD como algo absolutamente definido por su edad o por compartir una misma
franja etárea y/o generacional, como así tampoco los JÓVENES son una unidad
indivisible, como una totalidad homogénea.
Queda claro que los factores arriba
mencionados son determinantes para afirmar que existe una crisis de la
condición juvenil, ya que ésta, está asociada a que los procesos de integración a la
vida adulta ya no transcurren por una autopista central que permitía el paso de
la escuela al mundo del trabajo, como había ocurrido en gran parte del siglo
XX. Cada vez más, en los sectores mas empobrecidos, el trabajo ha pasado a
superponerse o incluso a desplazar a la actividad escolar en la temprana
adolescencia. Asimismo, la cuestión juvenil se expresa en términos de crisis de
identidad y responsabilidad ciudadana, destacándose en los jóvenes de hoy una
cierta anomia hacia las instituciones, principalmente hacia la política.
No todos los jóvenes tiene las mimas
oportunidades, ni en el sistema productivo ni en el sistema educativo. Un
ejemplo de esto puede ser que 5 de cada 10 jóvenes pobres enfrentan el rezago
escolar, contra 3 de cada 10 en los sectores medios, y menos de 2 en los
estratos más altos. Esto desde ya influirá en su inserción en el mercado
laboral y en como este joven se socializará y construirá su identidad.
Ante las desigualdades existentes,
garantizar una educación básica que faculte a los jóvenes de sectores populares
a una base sólida de conocimientos que les permita analizar y comprender el
mundo de la naturaleza y de las cosas,
como así también el mundo humano, social, político, cultural, estético y
artístico se hace indispensable. De ésta manera, el joven se formaría como un
sujeto autónomo y protagonista de ciudadanía activa, y no reducido a un
"ciudadano productivo", explotado, obediente, despolitizado y que es
determinado por el mercado.
Lo que subyace es una falta de
definición clara en torno a las políticas públicas nacionales en lo que a
juventud se refiere, lo que provoca que los recursos existentes no se canalicen
en acciones que contribuyan al desarrollo integral del joven. Es así como la
pobreza estructural va de la mano del deterioro en el acceso a la educación, de
la imposibilidad de acceder a un sistema preventivo de salud, de la
inexistencia de un sistema de justicia que cuente con un régimen de debido
proceso para este sector de la población, y a esto le podríamos sumar la
explotación laboral que sufren miles de jóvenes ante leyes que favorecen al
explotador.
El desafío más complejo y, al mismo
tiempo, urgente, es la definición de políticas públicas que garanticen el
derecho digno de la vida a un contingente de jóvenes, especialmente de las
clases populares, empujados a la mendicidad, al empleo precario, a la exclusión
educativa, e incluso, a la prostitución, al tráfico de drogas o a actividades
criminales.
Una política pública de contenido
básico y fundamental debe ser una política que busque articular ciencia, conocimiento, cultura y
trabajo y no debe ser homogeneizadora, atomizadota y particularista. Las
políticas públicas deben tener en cuenta las singularidades de los sujetos y
sus particularidades históricas, mas debe desenvolver una gran universalidad
histórica, construida en la diversidad, esto es, la unidad de lo diverso.
Cualquier programa de juventud, ya sea a nivel nacional,
provincial o municipal es indispensable que ligue las dimensiones educativas,
laborales y de desarrollo social del joven, y que lo incorpore en actividades
comunitarias y éstas, deben poner especial énfasis en los segmentos más
excluidos.
También es muy importante la participación
activa de los jóvenes en la discusión, implementación y ejecución de los programas.
La participación debe traducirse en
la insistencia del reconocimiento de que los jóvenes deben ejercer una función
protagonista de todas las políticas de juventud, sean políticas públicas del
Estado, o sean conducidas en el ámbito de la sociedad civil. En síntesis, cualquier política para juventud
debe ser DE, PARA y CON los jóvenes.
Lo que queda claro es que la
privación, ya sea de medios de educación, de trabajo adecuado, de políticas
públicas adecuadas, implica comprometer el futuro próximo de nuestro país
profundizando aún mas el subdesarrollo y la
desigualdad. Es por lo tanto fundamental construir hoy un país bajo nuevas
bases económicas e institucionales de inclusión, participación e igualdad para
las actuales y las nuevas generaciones de jóvenes. Es todo un desafío, pero
vale la pena.
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Fundación F. Ebert
Realizado por:
Gustavo Racovschik*
*Estudiante de la Lic. en Ciencias de
la Educación, Universidad Nacional de Luján
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