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sábado, 30 de agosto de 2014

María Montessori y sus aportes a la educación


¿Quién fue María Montessori?

María Montessori (31 de agosto de 1870 - 6 de mayo de 1952) fue una educadora, científica, médica, psiquiatra, filósofa, psicóloga, devota católica, feminista, y humanista italiana. Nació en Chiaravalle, provincia de Ancona, Italia.

Se interesó por la educación de los niños con deficiencias mentales y aplicó métodos experimentales consiguiendo que estos niños aprendieran a leer y escribir. Desarrolló sus propios métodos que aplicó más tarde a toda clase de niños. A través de su práctica profesional llegó a la conclusión de que los niños «se construyen a sí mismos» a partir de elementos del ambiente. (...) Todas sus teorías se basaron en lo que observó a los pequeños hacer por su cuenta, sin la atención de adultos. La premisa de que los niños son sus propios maestros y que para aprender necesitan libertad y multiplicidad de opciones entre las cuales escoger, inspiró a María Montessori en todas sus batallas por reformar la metodología y la psicología de la educación.

En tres oportunidades fue nominada para el Premio Nobel (1949, 1950 y 1951). Falleció en Holanda en 1952, a los 82 años de edad, pero su pensamiento sigue vivo en las muchas instituciones educativas alrededor del mundo que aplican su método.

La importancia de María Montessori para el sistema educativo

La Metodología Montessori comenzó en Italia y es tanto un método como una filosofía de la educación. Fue desarrollada por la Doctora María Montessori, a partir de sus experiencias con niños en riesgo social. Basó sus ideas en el respeto hacia los niños y en su impresionante capacidad de aprender. Los consideraba como la esperanza de la humanidad, por lo que la guerra y la paz. El material didáctico que diseñó es de gran ayuda en el período de formación preescolar. Es difícil actualmente comprender el impacto que tuvo Maria Montessori en la renovación de los métodos pedagógicos a principios del siglo XX, pues la mayoría de sus ideas hoy parecen evidentes e incluso demasiado simples. Pero en su momento fueron innovaciones radicales, que levantaron gran controversia especialmente entre los sectores más conservadores.
dándoles la oportunidad de utilizar la libertad a partir de los primeros años de desarrollo, el niño llegaría a ser un adulto con capacidad de hacer frente a los problemas de la vida, incluyendo los más grandes de todos,

La mano es el instrumento de la mente. La Dra. María Montessori (1870-1952) observó que el niño posee dentro de sí el patrón para su propio desarrollo (bio-psico-social). El niño se desarrolla plenamente, cuando se permite que este patrón interno dirija su propio crecimiento. Construye así su personalidad y su propio conocimiento del mundo, a partir de ese potencial interior. "El niño es el padre del hombre", decía la Dra Montessori, ya que es el niño quien se crea a sí mismo revelando la persona en la que puede transformarse. Esa transformación es su principal tarea, una tarea intensa e incesante que lleva a cabo naturalmente y con una inmensa alegría.

María Montessori sostuvo que la alegría del niño debe ser tomada como un indicador de los aciertos del sistema educativo. A través de la observación sistemática y la investigación científica en distintos entornos culturales, la Dra. Montessori desarrolló un método pedagógico integral que asiste al niño en esta tarea fundamental. Es un programa amplio e integrado que cubre todas las áreas temáticas (matemáticas, lengua, ciencias, historia, literatura, arte, música) desde los 0 hasta los 18 años.

Las neurociencias y la psicología cognitiva confirman hoy los principios generales que sustentan el método Montessori. Un estudio reciente pone de manifiesto las habilidades sociales y académicas superiores de los niños educados en un ambiente Montessori. 

Articulo de la Revista Science, 
Evaluating Montessori Educaction, 
de Angeline Lillard and Nicole Else-Quest 


viernes, 29 de agosto de 2014

Frankenstein y la educación

"Frankenstein se ha convertido en un mito: «una historia que recomienza infinitamente, en la que algunos actores (el monstruo, el sabio maléfico, la dulce novia) y ciertas escenas (la muerte del niño) se han convertido en elementos obligados; una historia, por último, sin origen y sin contexto[...]; unahistoria sin historia, en suma, libre de cualquier anclaje en cualquier coyuntura histórica» (Lecercle,1994,p.7).

Frankenstein es, en realidad, el mito más significativo del que es, fuera de duda, el interrogante fundamental del pedagogo que se replantea una y otra vez la pregunta punzante del niño que se interroga sobre sus orígenes: «Pero, ¿cómo se hacen los niños?»

Sé muy bien que he puesto: «se hacen», con todo el peso, terriblemente ambiguo, del verbo «hacer». Frankenstein «hace» un hombre, es decir, lo «fabrica». Y su acto le aterra tanto que cae en postración y abandona a su suerte al ser innominado. Un ser que no es, ni mucho menos, básicamente malo; un ser que se aproxima, en sus reacciones iniciales, a ese «estado de naturaleza» que Rousseau describía; un ser que se educará un poco al modo de Emilio...y que caerá en la violencia cuando al abandono de su creador se sume la estupidez de los hombres. Frankenstein es, pues, el hombre encarado a la llegada de «otro», de una de esas criaturas que, dice Daniel Hameline, empezamos por «sostener» antes de tener que «cargar con ellas». «Cargar con ellas» sin saber muy bien qué ha hecho uno y qué puede hacerse con la criatura; deseando conseguir que «prospere» lo mejor posible, pero comprendiendo que ese prosperar impondría, sin duda, restricciones contradictorias con su libertad; unas restricciones que, por lo demás, solemos ser incapaces de imponerle. Hemos «hecho» un niño y queremos «hacer de él un hombre libre»

...¡como si eso fuese fácil! Porque, si se le «hace», no será libre, o al menos no lo será de veras; y, si es libre, escapará inevitablemente a la voluntad y a las veleidades de fabricación de su educador. Veamos: ¿por qué el acto del doctor Frankenstein habría de parecernos un verdadero sacrilegio, si no fuese que afecta lo sagrado, es decir, aquello que, en nuestro imaginario, constituye uno de esos interrogantes tan potentes que no se puede intentar darles respuesta sin que se tambaleen nuestras construcciones conceptuales ordinarias? «Fabricar» un hombre, si pensamos en ello, es ya tremendo como formulación. Pero«hacer un cuerpo con trozos de carne», eso ya resulta insoportable. Vulnera la constitución misma de nuestra humanidad originaria, vulnera aquello que hace que no tengamos derecho a alienar nuestro propio cuerpo ni a desenterrar un cadáver en un cementerio de Carpentras, de Toulon o de donde sea. «Fabricar un hombre» es una tarea insensata, lo sabemos muy bien. Y, sin embargo, es también una tarea cotidiana, la de cada vez que nos proponemos «construir un sujeto sumando conocimientos» o «hacer un alumno apilando saberes». «Fabricar un hombre» es una cosa rara que nos inquieta lo suficiente para que la novela de Mary Shelley tenga el éxito que tiene. Es algo que nos toca tan de cerca, algo tan íntimo, que su evocación nos estremece. Porque sabemos perfectamente que participamos en ese proyecto que, sin embargo, nos da miedo....Y es eso lo que nos desvela el mito de Frankenstein:  nos enfrenta a lo que podríamos considerar el «núcleo duro» de la aventura educativa; a lo que está en el corazón de una historia que cada uno de nosotros ha de rehacer por cuenta propia, sin que la experiencia ajena nos sea, en último término, de gran utilidad. Tiene que ver con una realidad que está más acá de todo lo que configura, en un momento dado y en una sociedad dada, las condiciones particulares del acto educativo: el entor-no familiar y su estructura, el peso y las funciones de una institución formativa como es la institución escolar, los proble-mas de los métodos pedagógicos y las cuestiones ideológicas en torno a las cuales se organiza el debate mediático sobre la educación. No es que estudiar esas condiciones particulares del acto educativo no tenga interés, ni mucho menos. Es espe-cialmente importante comprender, por ejemplo, cómo el acceso a los estudios de cientos de miles de jóvenes que antes que-daban excluidos de ellos modifica en profundidad el oficio de enseñante. Es esencial analizar bien las evoluciones de la estructura familiar y observar en qué medida tenemos ahí un dato básico que nos obliga a pensar de otro modo el acceso a la palabra en nuestras sociedades. Es decisivo informarse de las condiciones psicológicas que favorecen tal o cual aprendizaje, con objeto de construir dispositivos didácticos adaptados. Pero aunque todo eso nos fuese ya conocido, aunque hubiéramos tomado la medida de todas esas evoluciones y adquirido todos los conocimientos psicológicos y sociológicos necesarios, se-guiría habiendo «algo» que entra siempre en juego cada vez que un adulto se encuentra en la coyuntura de educar; «algo» que nos es desvelado, precisamente, por el mito por cuanto que «constituye el modelo mismo de la mediación de lo Eterno en lo temporal» (Durand, 1984, p. 129). Nos encontramos, pues, con que, sea cual sea mi nivel de información científica, y sean cuales sean las formas precisas de las situaciones educativas en que estoy inmerso y su aparen-te facilidad o su dificultad real, sea cual sea el «oficio» de educador que me esté asignado, tanto si soy enseñante como si soy formador de adultos, animador sociocultural, tutor, padre, vigilante, responsable de recién nacidos, de ancianos, de minusválidos o de superdotados, siempre, con independencia de las circunstancias, he de enfrentarme a la misma realidad irreductible: el cara a cara con «otro» a quien debo transmitir lo que yo considero necesario para su supervivencia o para su desarrollo y que se resiste al poder que quiero ejercer sobre él (Meirieu, 1995); el cara a cara con «alguien» que está, respecto a mí, en una relación primordial de dependencia inevitable; alguien «que me lo debe todo» y de quien quiero hacer «algo» pero cuya libertad escapa siempre a mi voluntad. Y es que todos, en mayor o menor medida, queremos «hacer algo de alguien» después de haber «hecho alguien de algo». Pero, lo mismo que el doctor Frankenstein, no siempre entendemos demasiado cómo es que el «algo» y el «alguien» no son exac-amente lo mismo, e ignoramos muy a menudo que esa confusión nos condena, pese a toda la buena voluntad que queramos desplegar, al fracaso, al conflicto, al sufrimiento e incluso, a veces, a la desgracia. Por eso intentaremos comprender la extraña historia del doctor Frankenstein y su criatura. Por eso les seguiremos los pasos en busca de identificar, en esa historia, qué es constitu-tivo de la empresa educativa. Por eso, también, contemplare-mos, en la historia de las ideas pedagógicas, qué nos proponen los pedagogos para que el cara a cara no degenere en una pe-sadilla. ¿Es posible abandonar toda veleidad de «hacer» al otro, y, si es que sí, no se cae entonces en la impotencia o en el fatalismo? Dicho de otro modo: ¿se puede ser educador sin ser un Frankenstein? Como se verá, esta pregunta no es ingenua más que en apariencia, y el médico ginebrino vaga todavía , muy a menudo, por ensueños pedagógicos de todo orden y en no pocas instituciones educativas, en Ginebra y en otras partes.


Frankestein Educador, Francoise Meirieu. Laertes S.A. ediciones, Barcelona, 1998.

martes, 26 de agosto de 2014

Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano (26 de agosto de 1789)

Es el Primer relacionado con los DERECHOS HUMANOS y base de toda la legislación, internacional y de los diversos estados, que se dictaron a posteriori. La Declaración de 1789 inspirará, en el siglo XIX, textos similares en numerosos países de Europa y América Latina. La tradición revolucionaria francesa está también presente en la Convención Europea de Derechos Humanos firmada en Roma el 4 de noviembre de 1950.

Desde esta Página destacamos el art. 11, que habla de la LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE PENSAMIENTO.

Si querés saber un poco más, este es su texto:

“Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración, constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse a cada instante con la finalidad de toda institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos, en adelante fundadas en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos.
En consecuencia, la Asamblea nacional reconoce y declara, en presencia del Ser Supremo y bajo sus auspicios, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano:

Artículo primero.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 2.- La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3.- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo, ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella.
Artículo 4.- La libertad consiste en poder hacer todo aquello que no perjudique a otro: por eso, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene otros límites que los que garantizan a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos derechos. Tales límites sólo pueden ser determinados por la ley.
Artículo 5.- La ley sólo tiene derecho a prohibir los actos perjudiciales para la sociedad. Nada que no esté prohibido por la ley puede ser impedido, y nadie puede ser constreñido a hacer algo que ésta no ordene.
Artículo 6.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen derecho a contribuir a su elaboración, personalmente o por medio de sus representantes. Debe ser la misma para todos, ya sea que proteja o que sancione. Como todos los ciudadanos son iguales ante ella, todos son igualmente admisibles en toda dignidad, cargo o empleo públicos, según sus capacidades y sin otra distinción que la de sus virtudes y sus talentos.
Artículo 7.- Ningún hombre puede ser acusado, arrestado o detenido, como no sea en los casos determinados por la ley y con arreglo a las formas que ésta ha prescrito. Quienes soliciten, cursen, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias deberán ser castigados; pero todo ciudadano convocado o aprehendido en virtud de la ley debe obedecer de inmediato; es culpable si opone resistencia.
Artículo 8.- La ley sólo debe establecer penas estricta y evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley establecida y promulgada con anterioridad al delito, y aplicada legalmente.
Artículo 9.- Puesto que todo hombre se presume inocente mientras no sea declarado culpable, si se juzga indispensable detenerlo, todo rigor que no sea necesario para apoderarse de su persona debe ser severamente reprimido por la ley.
Artículo 10.- Nadie debe ser incomodado por sus opiniones, inclusive religiosas, a condición de que su manifestación no perturbe el orden público establecido por la ley.
Artículo 11.- La libre comunicación de pensamientos y de opiniones es uno de los derechos más preciosos del hombre; en consecuencia, todo ciudadano puede hablar, escribir e imprimir libremente, a trueque de responder del abuso de esta libertad en los casos determinados por la ley.
Artículo 12.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita de una fuerza pública; por lo tanto, esta fuerza ha sido instituida en beneficio de todos, y no para el provecho particular de aquellos a quienes ha sido encomendada.
Artículo 13.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de administración, resulta indispensable una contribución común; ésta debe repartirse equitativamente entre los ciudadanos, proporcionalmente a su capacidad.
Artículo 14.- Los ciudadanos tienen el derecho de comprobar, por sí mismos o a través de sus representantes, la necesidad de la contribución pública, de aceptarla libremente, de vigilar su empleo y de determinar su prorrata, su base, su recaudación y su duración.
Artículo 15.- La sociedad tiene derecho a pedir cuentas de su gestión a todo agente público.
Artículo 16.- Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución.
Artículo 17.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de ella, salvo cuando la necesidad pública, legalmente comprobada, lo exija de modo evidente, y a condición de una justa y previa indemnización.



sábado, 23 de agosto de 2014

Día del lector - 24 de Agosto

Desde el año pasado, se instituyó el Día del Lector, que fue instituido para el 24 de agosto en conmemoración y homenaje al nacimiento del escritor Jorge Luis Borges.


El Día del Lector se instituyó a través del Congreso de la Nación el 27 de junio de este año por medio de la Ley 26.754 que fue promulgada el 25 de julio.
El reconocimiento a la obra y a la trayectoria de Borges es más que oportuna, porque el autor de El Aleph se ha ganado el reconocimiento indiscutido tanto de la literatura nacional como universal.

En los fundamentos de dicha ley se recuerda un poema de Borges titulado “Un lector”, en el que da cuenta de lo siguiente: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído”.

No es casual que todo escritor se considera así mismo antes como un lector. De hecho no hay actividad creadora que antes no tenga a la lectura como fuente de creación original.
En el Día del Lector ya no es solamente importante recordar a un lector-escritor impar como Jorge Luis Borges, sino a la práctica de la lectura como tal.

Es gracias a la lectura donde el saber además de acumularse se expande y se transmite.
Promover la difusión y el acercamiento del libro es siempre un factor de enriquecimiento cultural y educativo. 

Es oportuna esta fecha, porque permite estimular –entre niños, jóvenes y adultos- la necesidad de descubrir el placer de la lectura. Una sociedad que genera puentes para que los libros estén al alcance de todos, es una sociedad con esperanzas y futuro. Enseñan los expertos que la lectura proporciona información, es decir, instruye. Que la lectura forma, es decir, educa. Y que todo lo hace con hábitos saludables que favorecen la actitud crítica, reflexiva, analítica… y además entretiene y genera placer.

Es cierto, la tecnología hace percibir que la vida es muy efímera, más que antes. El vértigo de la tecnología da la sensación que los saberes envejecen más de lo que se puede asimilar. Pero también es verdad que el hábito de la lectura evita esas percepciones. Es preciso recordar que toda especialidad profesional requiere de una práctica lectora, no sólo para aprenderla sino también para actualizarla, para hacer del saber algo más competente.

Leer es dialogar con el autor… pero también con el mundo que nos rodea. La lectura además es una actividad que puede realizarse en cualquier tiempo y lugar. La lectura es el primer umbral para acceder a la escritura y todo lo que ello implica. Por eso es un poderoso instrumento de aprendizaje, que además desarrolla las capacidades cognitivas superiores como la reflexión, la crítica, el análisis… la conciencia. Leer es imprescindible para cualquier persona que esté estudiando o desee superarse. Como todo requiere de un proceso de aprendizaje largo y sistemático, y eso sólo se logra con dedicación.

Hay que celebrar el Día del Lector, justamente para que la lectura sea ese acto cotidiano, ese hábito amigo que permite expandir los saberes y favorece la actitud crítica y reflexiva. Indispensables para capitalizar mejor la tecnología disponible.

miércoles, 13 de agosto de 2014

El efecto espejo - Francesco Tonucci

Habrán ustedes advertido que en a la derecha de esta
página ha aparecido un personajillo que mira "Con ojos de niño". Es un dibujo de Francesco Tonucci. Otro día les hablaré de él. Hoy, al hilo de la propuesta de lgs, responsable de Copensar me atrevo a incorporar una pequeña reflexión a la nueva categoría de esta página: Con ojos de niño. Reflejo en el espejo El efecto espejo Nada más lejos de mi intención que explicar a nadie qué o cómo ha de hacer en sus relaciones personales. Pero sí quisiera hacer unas reflexiones a media voz, sobre cómo parece que funciona el comportamiento humano. No lograré volver al mundo del revés, ni es lo que busco, pero contribuyo a que salga más fácilmente lo mejor de cada persona. Me refiero al "efecto espejo". Es algo de lo que yo discurseaba a los padres de mis alumnos para convencerles de que nunca debían dirigirse a sus hijos de forma negativa. En la opinión que los demás, sobre todo la gente a la que queremos, tengan de nosotros reside gran parte de nuestra autoestima y ésta es la que nos permite movernos por el mundo con holgura. Si yo le digo a alguien que una persona, a la que ese alguien aprecia, piensa que es un ser divertido, que le hace gracia cómo cuenta las anécdotas, la próxima vez que se encuentre con esa persona, intentará buscar una anécdota graciosa para contarla, con el afán de reforzar la imagen que cree que tiene de ella. Eso funciona en todas las edades y en todas las relaciones humanas. Es el "efecto espejo". El intento de reflejar la imagen positiva que recibimos del otro. Yo lo he aplicado sistemáticamente en mi actividad como profesora y en la educación de mis hijos y creo que no me ha salido mal, me parece que funciona razonablemente bien. También funciona al revés, es decir, si nos enteramos que alguien del que nos interesa que tenga buena opinión de nosotros, opina algo que nos parece negativo, intentamos reforzar el comportamiento contrario para modificar su opinión. No se trata de hipocresía. Se trata, desde luego, de buscar los aspectos positivos de la gente y potenciarlos. Claro, es cuestión de paciencia y de savoir faire. Además eso exige estar cerca de las personas, para conocer sus fortalezas y sus debilidades. Y que te sientan lo suficientemente cerca como para que depongan su muralla. Cuando nos encontramos ante una actuación no deseada por parte de nuestros hijos o alumnos, quizás no sea ese el mejor momento para que reaccionemos con mensajes de reproche. Quizás estén menos predispuestos, y por lo tanto recibirán mejor, un mensaje de refuerzo. ¿No les parece?. Ya habrá otra ocasión para retomar el asunto que no nos ha gustado. Cuando hayan bajado la guardia y estén menos a la defensiva, es más fácil razonar con ellos y dejarles evidentes todos los aspectos de su comportamiento. Insisto, es cuestión de paciencia. Si opinamos que uno de nuestros alumnos/hijos es bueno realizando alguna tarea, dejemos que conozca nuestra opinión. Pero si, haga lo que haga, va a encontrar silencio por nuestra parte, hay que ser muy fuerte, o estar dotado de grandes dosis de autoestima, para no convertirse en "funcionario": Total, haga lo que haga da lo mismo. Bueno, en fin, disquisiciones no siempre certeras aunque sí bienintencionadas.

martes, 12 de agosto de 2014

Juventud, teoría e historia: la formación de un sujeto social y de un objeto de análisis - Sandra Souto Kustrín


Instituto de Historia del CSIC, Spain. E-mail: ssouto@ih.csic.es
Recibido: 5 Abril 2007 / Revisado: 10 Mayo 2007 / Aceptado: 14 Mayo 2007 / Publicación Online: 15 Junio 2007

Resumen: En el siguiente artículo se presenta la juventud como objeto teórico de estudio de la historia desde diferentes perspectivas, exponiendo las diferentes teorías que intentaban aproximarse al hecho social de la juventud y el tratamiento que ésta recibía por parte de ellas. Para ello se hace un recorrido minucioso de las experiencias por las que la juventud pasó para su nacimiento y consolidación como grupo social y de qué manera el concepto de jóvenes fue cambiando a lo largo de la historia. Se defiende desde el trabajo la necesidad de ahondar en el estudio de los jóvenes desde una perspectiva comparada que incorpore fenómenos similares en otras partes de Europa y del resto del mundo. Palabras Clave: Juventud, teoría, historia, sujeto social, análisis.
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INTRODUCCIÓN

La juventud se puede definir como el periodo de la vida de una persona en el que la sociedad deja de verle como un niño pero no le da un estatus y funciones completos de adulto. Como etapa de transición de la dependencia infantil a la autonomía adulta, se define por las consideraciones que la sociedad mantiene sobre ella: qué se le permite hacer, qué se le prohíbe, o a qué se le obliga. Se espera que los jóvenes empiecen a diseñar un currículo de decisiones propias - amigos, ocio, colectivos a los que se quiere pertenecer, educación, mercado laboral, …- que los convierta en sujetos autónomos, y la sociedad les exige una postura clara y definida ante ellos mismos y ante su contexto social inmediato. 

Cronológicamente, no tiene unos límites de edad precisos ya que, con el paso del tiempo, se ha producido un proceso de ampliación de estos límites –que no dependen sólo de consideraciones psicológicas, sino del desarrollo social, de las posibilidades de independencia económica y política, de la legislación, o de la percepción de la sociedad, y de los mismos jóvenes y de las organizaciones juveniles-, que continúa en la actualidad. Dentro de este periodo, además, se suele distinguir entre adolescentes y jóvenes adultos, división que destaca que estos últimos han alcanzado ya ciertas posiciones sociales que no están al alcance de los adolescentes 1. Las aproximaciones teóricas a la juventud han evolucionado ligadas a la situación histórica, al papel de los jóvenes en la sociedad, al mismo desarrollo de los movimientos juveniles y en función de las teorías predominantes en cada momento en las ciencias sociales. Por todo esto, vamos a comenzar este artículo analizando el surgimiento de la juventud como grupo social en Europa para, a continuación, realizar una síntesis crítica de las diferentes teorías que han tratado de explicar el papel y carácter de lo que se considera juventud y, finalmente, concluir con unas breves consideraciones sobre el estudio de la problemática juvenil en España. 

1. LA HISTORIA: EL SURGIMIENTO DE LA JUVENTUD COMO GRUPO SOCIAL

Ha habido siempre individuos adolescentes en el sentido biológico del término y desde tiempos inmemoriales se ha hablado de juventud: se puede rastrear la existencia de grupos de jóvenes por consideraciones de edad desde las sociedades primitivas a las primeras civilizaciones de la Antigüedad, como Grecia y Roma, o analizar la existencia de ideas o modelos sobre las “edades del hombre” desde el Bajo Imperio Romano. Se ha destacado también el papel de los jóvenes por consideraciones de edad en diferentes procesos históricos, desde la revolución francesa a la revolución de 1848 en Austria, pero se tiende a considerar que la juventud, como grupo social definido, no cobró importancia hasta la modernidad 2. Las sociedades europeas preindustrializadas no establecían una clara distinción entre la infancia y otras fases de la vida preadulta: en la Edad Media y a principios de la Edad Moderna y, durante mucho más tiempo entre las clases populares, a partir de los siete años “los niños entraban de golpe en la gran comunidad de los hombres”. Incluso la terminología utilizada para definir a los diferentes grupos de edad era diferente de la actual: la "adolescencia”llegaba hasta los 21-28 años según los distintos esquemas y la “juventud” se alargaba hasta los 40-50. Y estas distinciones se podían hacer si se hablaba en latín: por ejemplo, por lo menos hasta el siglo XVII en francés sólo existían términos para referirse a la infancia, la juventud y la vejez 3.

Esto no significa que las sociedades tradicionales ignorasen totalmente el fenómeno juvenil. Hubo, por el contrario, algunas que dispusieron de instituciones sólidas de encuadramiento de los jóvenes, pero en las que primaban las funciones socioeconómicas necesarias para la reproducción de la sociedad. La sublimación de valores como el honor, la solidaridad o el matrimonio precoz –este último principalmente entre las mujeres jóvenes- era un poderoso factor de integración social. Pero la juventud tal y como fue percibida a partir de la modernización hubiera supuesto un despilfarro irreparable para la supervivencia de la sociedad. En la Edad Media y Moderna, las universidades y los gremios tenían declaraciones simbólicas de madurez. Sin embargo, la educación sólo tuvo importancia para una minoría de hombres de clases altas; y aunque el paso de aprendiz a oficial daba a los jóvenes trabajadores cierta movilidad a escala local, esto no implicaba independencia ni posibilidad de movilidad social. La modernización introdujo también cierta autodeterminación de la juventud en relación con el acceso a una casa o a un mercado de consumo, la configuración de un estilo de
vida propio o una elección matrimonial independiente de la riqueza o de las propiedades, al igual que supuso la creación de espacios para los jóvenes en los núcleos urbanos 4.

Especialmente durante el Antiguo Régimen existieron grupos organizados por edad y, en algunos casos, con funciones similares a las de los futuros “movimientos juveniles” (por
ejemplo, la manifestación de una cultura propia de la juventud o la defensa de los valores de la
comunidad), como muestran los grupos juveniles existentes en la Francia rural del siglo XVI, el papel organizado de los hombres jóvenes en charivaris y festivales populares; o, en el caso británico, el peculiar carácter de los aprendices de la gran metrópoli que era ya entonces Londres. Sin embargo, su amplitud – tanto cronológica como social- no tenía nada que ver con la que alcanzarían con la modernización, cuando los grupos juveniles adquirieron una mayor autonomía y responsabilidad, se ampliaron a mujeres jóvenes y adolescentes, y llegaron a pasar de transmisores de los valores preponderantes en la sociedad a heraldos de una clase u organización 5.

El proceso de conformación de la juventud como grupo social definido se inició en Europa entre finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX 6. Aunque algunos investigadores destacan la importancia del factor demográfico, fueron más importantes las consecuencias de los cambios producidos por la modernización económica, social y política, y el desarrollo del estado moderno, que creó toda una serie de instituciones y reglamentaciones que si, por una parte, aumentaron el periodo de dependencia de los jóvenes por consideraciones de edad, por otra, les dieron un perfil característico y facilitaron tanto su organización como su actuación de forma independiente 7. Olivier Galland considera que la juventud contemporánea es menos libre que la del Antiguo Régimen, pero con el advenimiento del pluralismo de pensamientos y valores, como dice Michael Mitterauer, la adolescencia ha pasado a ser un momento de toma de importantes decisiones personales en todos los aspectos, frente a las predeterminaciones por sexo y estatus social existentes en las sociedades tradicionales. En todo caso, esta pérdida de independencia fue mayor entre los adolescentes –el grupo comprendido entre los 14 y los 18 años-, que pasaron a estar cada vez más sujetos a controles familiares y de otras instituciones, que entre los jóvenes adultos, que retuvieron parte de su anterior autonomía. Con la modernización, el adolescente y el joven se hayan expuestos en un grado cada vez mayor a una multitud de influencias competitivas y opuestas a los modelos de socialización dentro de la familia y el grupo doméstico de la comunidad local tradicional que eran básicamente uniformes y que daban lugar a una serie relativamente rígida de actitudes, normas, ideas y hasta expectativas. La especialización, diferenciación y organización de las instituciones responsables de la socialización de los adolescentes provocaron –y provocanenfrentamientos entre sistemas de valores cada vez más complicados y abiertos; y la creciente movilidad profesional y regional dio a los jóvenes más oportunidades para vivir conforme a sus deseos 8.
Entre los factores que favorecieron el desarrollo de la juventud como un grupo de edad claramente definido destacan la regulación del acceso al mercado laboral y de las condiciones
de trabajo de niños y adolescentes; el establecimiento de un periodo de educación obligatoria que se fue ampliando con el paso del tiempo y que se hizo cada vez más importante para asegurar el acceso al trabajo y el mantenimiento del estatus social; la creación de“ejércitos nacionales” a través del servicio militar obligatorio; o la regulación del derecho de voto. Estos procesos separaron a los jóvenes de la economía tradicional y familiar y de su dependencia de las leyes de herencia, a la vez que distinguieron – a través de la edad- a los niños de los adultos capacitados para trabajar o para realizar una elección política consciente 9. Aunque algunas de estas instituciones - como el ejército o la escuela- no eran nuevas, sí lo era su extensión a todos los estratos sociales. Por tanto, muchas de las “marcas” que fijan las fronteras contemporáneas entre niños, jóvenes y adultos no existían o estaban organizadas de forma diferente antes de lo que llamamos modernidad. Sin embargo, el proceso de modernización tuvo diferente ritmo y cronología en los distintos países, lo que también se reflejó en la problemática juvenil. Por ejemplo, la primera ley restringiendo el trabajo infantil se aprobó en Gran Bretaña en 1833: prohibía el empleo de niños menores de nueve años y limitaba el trabajo de quienes tenían entre 9 y 13 años a nueve horas por día, seis días por semana. En 1839 se promulgó en Prusia una ley que prohibía trabajar a los menores de 9 años; en 1853 la prohibición se elevó hasta los 12 años y la jornada laboral se limitó a seis horas hasta los 14 años. En 1871, esta ley se extendió a todo el Imperio Alemán, y en 1891 se prohibió trabajar hasta los 14 años y se limitó la jornada a 10 horas al día para quienes tenían entre 14 y 16 años. En Francia, la ley sobre el trabajo infantil de 1841 estableció la edad mínima para entrar al trabajo en los 8 años y prohibió que se contrataran menores de 13 años en trabajos nocturnos. La jornada laboral sería de 8 horas para los menores de 12 años, y de 12 horas hasta los 16 años. Ya en 1874 se prohibió trabajar a los menores de 12 años, salvo excepciones en que se permitía empezar a trabajar a partir de los 10 años, pero el trabajo de los menores de 12 se limitó a seis horas por día y se prohibió el trabajo nocturno hasta los 16 años. En España, sin embargo, hasta 1900 no se aprobó una ley que prohibía el trabajo de niños menores de 10 años y que limitaba la jornada de trabajo a seis horas en la industria y ocho en el comercio para aquellos entre 10 y 14 años; y, en Italia, en 1902 se promulgó una ley que establecía la edad para entrar a trabajar en los 12 años, frente a los nueve anteriores, con una jornada de 11 horas diarias 10. La educación primaria obligatoria se estableció en Suecia en 1842, y en Gran Bretaña, en 1870. En Francia las leyes de Jules Ferry entre 1881 y 1882 hicieron la enseñanza primaria gratuita, laica y obligatoria entre los 6 y los 13 años: aunque las leyes anteriores (como la ley Guizot de 1833 o la Ley Falloux de 1850) obligaban a
los municipios (a partir de un determinado número de habitantes) a mantener colegios y a que estos aceptaran gratis a los hijos de las familias más pobres, no establecían la gratuidad de la enseñanza ni permitían, por tanto, la obligatoriedad, y uno de los debates principales en ellas –continuado en todas las leyes educativas francesas del siglo XIX- era el derecho de las confesiones religiosas a mantener sus propias instituciones educativas y la posibilidad de educación moral y religiosa en las escuelas del Estado 11. Más lenta fue aún la extensión de la educación secundaria, que sólo creció considerablemente después de la Primera Guerra Mundial, aunque todavía fuera escasa la proporción de jóvenes que tenía acceso a ésta 12.

Por otra parte, los jóvenes no han formado nunca un todo homogéneo sino que, han reflejado las divisiones económicas, sociales, políticas y culturales existentes en la sociedad 13. La ampliación de la edad de dependencia fue un proceso que tuvo distinto ritmo en las diferentes clases sociales. Se inició entre las clases altas y medias y la idea de adolescencia no se aplicaba por igual a las mujeres y a los jóvenes de clase obrera. Por el contrario, algunos investigadores consideran que la juventud fue “impuesta” a la clase obrera, en primer lugar a través de los reformistas y las instituciones filantrópicas de la clase media que, con sus ideales de aislamiento, separación sexual e inocencia, estaban preocupados por la precocidad "antinatural” de los jóvenes de origen obrero, que consideraban un síntoma de delincuencia, lo que dio lugar a un intento deliberado de formar trabajadores “respetables y conformistas”. Así, se ha destacado que el conocimiento popular del concepto de adolescencia en Gran Bretaña antes de 1914 tenía menos que ver con la escuelas privadas  elitistas y con las relaciones de edad de la clase media británica, que con la crítica social a los jóvenes de la clase obrera, el debate sobre el trabajo de los niños y el movimiento a favor de su educación, que confirmó la percepción de la juventud como un problema, una etapa que
requería disciplina, supervisión y educación. La extensión del periodo de dependencia tropezó, a menudo, con la oposición de las mismas familias obreras, que necesitaban los ingresos extra que proporcionaban los niños y los jóvenes, lo que llevó a muchos de éstos a abandonar sus estudios. Como muestra Stephen Humphries en el caso británico, los jóvenes continuaron trabajando antes y después del horario escolar y se produjeron muchos movimientos de resistencia a las reformas educativas, que incluyó el hacer novillos, pero también las huelgas escolares 14.
La industrialización, especialmente la llamada segunda revolución industrial, provocó grandes
cambios en la formación y la vida laboral de los jóvenes. Aunque los sistemas de aprendizaje que regulaban la posición de los jóvenes en la Europa preindustrial no se disolvieron en el aire
con el desarrollo del capitalismo, sufrieron una compleja transformación: el camino para trabajos más cualificados y mejor pagados empezó a depender de la extensión de la educación o la cualificación profesional, que requería un gasto adicional de dinero ya que, además, se redujeron las oportunidades de formación en los lugares de trabajo. Pero, a la vez, aumentó la demanda de trabajadores no cualificados en un gran número de sectores económicos, especialmente en el de los servicios. Así, en muchos casos, el crecimiento del número de aprendices tenía más que ver con la explotación de una mano de obra barata que con las posibilidades formativas, lo que explica que los primeros movimientos de protesta de los jóvenes obreros empezaran precisamente entre los aprendices 15.

Las consecuencias de la industrialización, como la concentración de la población en las ciudades debido a la emigración -principalmente de jóvenes- desde el mundo rural, o la regulación del trabajo por tiempo y salario, hicieron que la gente joven pasase a ser un grupo definido y con mayor independencia en primer lugar en las ciudades. Ya en las primeras etapas de la industrialización muchos de estos jóvenes estaban disfrutando de hecho de un considerable grado de independencia económica y social. La preocupación de los adultos por estos hechos, especialmente entre las clases medias y altas, parecía ligarse con una preocupación general por el emergente sistema industrial y la potencial amenaza para el statu quo que representaba el proletariado urbano. Así, en muchas partes de Europa la juventud surgió como un fenómeno urbano y la experiencia que vivían los jóvenes por consideraciones de edad en el mundo rural era totalmente distinta a la de sus equivalentes urbanos: las formas
tradicionales duraron más tiempo, al igual que los grupos juveniles tradicionales de carácter
parroquial y en los que la Iglesia desempeñaba un papel importante 16.

Esta concentración en las ciudades y el aumento del tiempo libre, especialmente a partir de los
años finales del siglo XIX, introdujeron también importantes cambios culturales, con el desarrollo de las actividades de ocio, que se hicieron cada vez más organizadas y comercializadas: salones de baile, bares y, posteriormente, salas de cine y eventos deportivos, pero también acampadas y otras actividades al aire libre. Sin embargo, el acceso a estas nuevas formas de ocio estuvo al principio limitado a las clases medias y altas y a los sectores más favorecidos de la clase obrera. Los hijos de las capas más bajas de la sociedad trabajaban más horas y tenían menos dinero para gastar. Esta diferenciación se mantuvo durante bastante tiempo, y seguía existiendo en el periodo de entreguerras, cuando la oferta de ocio
creció y se dirigió principalmente hacia los jóvenes. Así, la formación de grupos de jóvenes
obreros en la calle para conversar, beber, jugar al fútbol o a las cartas fueron fuente de fricciones con la policía y de cargos ante la justicia por “obstrucción”17.

A las diferencias económicas, sociales y geográficas hay que añadir las de género y, en muchos países, las de raza/etnia. En cuanto a las diferencias de género, hay que destacar que
hasta finales del siglo XIX los conceptos relacionados con los grupos de edad eran distintos según los sexos, y los cambios producidos en las condiciones laborales de los jóvenes por la transición al trabajo remunerado afectaron de diferente forma a hombres y mujeres, por no hablar de las disparidades en el acceso a la educación y el largo periodo en que el llamado “sufragio universal” fue solamente masculino. La segregación por sexos en la escuela se mantuvo durante muchas décadas y fue especialmente duradera en los países latinos. Esto hacía la situación de la mujer joven muy distinta de la de los hombres, como han mostrado principalmente los estudios de historia de las mujeres, y las ansiedades sociales que provocaba su creciente independencia, aún mayores 18.

A lo largo del siglo XIX se fue afirmando también la idea de que la situación de los jóvenes trabajadores en las ciudades podía potenciar la delincuencia juvenil, o, al menos, la indisciplina. Especialmente tras la experiencia de la Comuna de París de 1870, se tomó conciencia del papel que podían tener los jóvenes, concentrados en grandes ciudades, con
tiempo libre y que no necesariamente tenía trabajos fijos, pero que podían alcanzar cierto grado de independencia financiera, en el desarrollo de acciones de protesta o en el apoyo a diferentes movimientos políticos 19. Pero se empezó a desarrollar la idea de que los jóvenes
podían –y debían- ser “tratados y curados”, más que castigados, y se crearon sistemas judiciales especiales para los jóvenes delincuentes. En Alemania, ya desde 1876 había juzgados separados para los adolescentes, y la Ley de Tribunales Juveniles de la República de Weimar aumento de 12 a 14 años la edad mínima de responsabilidad criminal y no se juzgaba como adultos a los menores de 18 años; en Gran Bretaña, en las primeras décadas del siglo XX, se establecieron organizaciones especiales para los delincuentes que tenían entre 16 y 21 años, separados por géneros. Entre 1880 y 1918 se desarrolló en España un movimiento de reforma penitenciaria, potenciado por las clases medias, que fijó su primer objetivo en la formulación de un sistema correccional para la juventud, desarrollando el cuerpo teórico que dio lugar en la última fecha citada a la creación de los tribunales para niños. Sin embargo, lo que los gobiernos, la prensa y los trabajadores sociales veían como evidencia de la “depravación” de las clases bajas era una tradición autónoma de éstas que se puede remontar a la segunda mitad del siglo XIX, y que no tenía porqué llevar necesariamente a actividades criminales, pero tampoco a posiciones “revolucionarias” 20.

Por ejemplo, en el tránsito del siglo XIX al XX en Gran Bretaña la preocupación adulta por la
juventud obrera giraba en torno al problema del hooliganismo, término que apareció en este
periodo y que cubría una amplia variedad de actividades, desde la delincuencia juvenil a las
subculturas juveniles –ya bien establecidas en la vida urbana británica- pasando por la tradicional falta de respeto de los jóvenes En el periodo de entreguerras hubo un amplio elenco de acusaciones contra la juventud británica frente a lo que se vio como una “ola” de crimen juvenil, de la que se culpaba a la relajación de la vida familiar, al sistema escolar, la decadencia de la vida religiosa o a las formas de ocio, aunque las investigaciones actuales concluyen que este “crecimiento” de la delincuencia juvenil fue de modestas proporciones. En España, los “pánicos morales” de la burguesía barcelonesa, por ejemplo, guardaban mucha relación con el incremento del número de jóvenes obreros, acostumbrados a relacionarse en las calles - lo que no hacían los jóvenes de la clase media-, y que eran considerados adolescentes “agresivos” e “insolentes”: según ciertos prejuicios, “en la calle sólo juegan los golfos”21.

Con el fin de crear una “juventud respetable” se formaron organizaciones juveniles patrocinadas por los adultos en distintos países de Europa. Entre las primeras instituciones en crear organizaciones juveniles se encontraron las diferentes confesiones religiosas, especialmente la Iglesia católica, cuyos patronatos juveniles y obras educativas-catequizadoras tienen una larga historia en países como Francia o España. En nuestro país surgieron en el sexenio liberal democrático (1868-1874) y en 1870, al crearse la Asociación Católica en España, se formó una “Juventud Católica”, aunque no se desarrollaría de forma importante hasta el periodo de entreguerras. Pero el exitoso modelo de la Juventud Obrera Cristiana (JOC) belga no cobró importancia en España hasta los años cincuenta y sesenta del siglo XX: se cifra en 2.000 el número de jocistas en 193322. En cambio, en Francia, a partir de la Asociación Católica de la Juventud Francesa –formada en 1886- e, influenciados por la JOC belga, surgieron en la segunda mitad de los años 20, la Juventud Obrera, la Juventud Agrícola, la Juventud Estudiante y la Juventud Independiente, seguidas por sus equivalentes organizaciones femeninas. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial casi el 15% de los jóvenes franceses estaban afiliados a movimientos católicos 23.

La Boy`s Brigade, la más antigua organización voluntaria uniformada británica, fundada en
1883, agrupaba a chicos de entre 12 y 18 años e incluía entre sus funciones educarlos en hábitos como la obediencia y la disciplina, desde una óptica cristiana. En 1902, se creó su equivalente femenino, la Guirls’ Life Brigade, que agrupaba a las chicas de entre 6 y 18 años. En 1908, el general Robert Baden-Powell fundó los Boy Scouts británicos– que integraban a chicos desde los 8 a los 23 años, divididos por grupos de edad, y en 1910 se fundaron las Guirl Guides, que agrupaban a chicas desde los 7 a los 21 años. Estas organizaciones inculcaban valores y actitudes conformistas y conservadores en materia de religión, moral y política, y defendían y educaban a las chicas para desarrollar las funciones sociales tradicionales de la mujer. La Guirls’ Life Brigade hablaba de la necesidad de abstenerse de las bebidas alcohólicas y de la obligación de ser pura en pensamiento palabra y obra; y, en 1938, las Guirl Guides tenían entre sus objetivos desarrollar “hábitos de observancia de la ley, obediencia y autosuficiencia” y hacer a las chicas “capaces de mantener buenas casas y
de educar buenos hijos”24.

Las organizaciones scouts pronto tuvieron más éxito que la Boy`s Brigade 25, y se extendieron
por todo el continente europeo, aunque no alcanzaron en éstos la importancia que en Gran
Bretaña, especialmente limitados en los países católicos por el recelo generado por un movimiento de origen protestante, como muestra el caso francés, donde se crearon tres organizaciones de scouts: una neutra, otra protestante, y una tercera católica26. Tampoco la
versión alemana de los Boy Scouts, -los Deutscher Pfadfinderbund-, formada en 1911, tuvo tanto éxito como sus homólogos británicos: la organización más influyente en Alemania - no
tanto por número como por servir como modelo para los adolescentes-, fue el Wandervögel:
literalmente “pájaros migratorios”, era una red de grupos excursionistas surgida en 1901 y
formada por jóvenes (hombres) estudiantes de secundaria de clase media. Pero “la retórica del conflicto generacional no debe oscurecer el grado en que el Wandervögel estaba patrocinado por los adultos y dirigido por ellos desde el principio”. Aunque tanto las diferentes organizaciones scouts como el Wandervögel se definieran como no clasistas, tenían poco que ofrecer a los hijos de las capas más bajas de la población: por una parte, por las diferentes tradiciones culturales de los medios de que procedían (por ejemplo, la segregación por géneros no era común en los grupos juveniles de los barrios populares); pero también por las distintas posibilidades de acceso a la educación todavía existentes y por el diferente nivel
económico: los hijos de los sectores más pobres de la población normalmente trabajaban y tenían menos tiempo y dinero para dedicar a este tipo de ocio. Por esto, estas organizaciones atrajeron sobre todo, además de a las clases medias, a los trabajadores cualificados, que estaban dispuestos a ajustar a sus hijos a los modelos de adolescencia de la clase media para que ascendieran en la escala social 27. El proceso de modernización y la conformación de la juventud como grupo de edad definido permitieron el desarrollo de movimientos juveniles independientes. Estos movimientos, debido precisamente al carácter desigual de dicho proceso, surgieron primero en el ámbito de la enseñanza superior: las organizaciones estudiantiles universitarias se empezaron a formar en Europa tras las guerras napoleónicas, y en muchos casos, como sucedió en España, estas asociaciones de estudiantes estuvieron en el origen de la movilización política juvenil 28. Las primeras organizaciones juveniles obreras
surgieron, en gran parte, por el agrupamiento de los propios jóvenes por sus derechos, no por la decisión de sus respectivas organizaciones de adultos. Por ejemplo, en Francia, se formaron
grupos independientes de jóvenes obreros, como el grupo de estudiantes colectivistas de París, fundado en 1893, que posteriormente se integraría en la Section Française de l`Internationale Ouvrière (SFIO), el partido socialista francés. Como dice Michael Mitterauer, hasta el surgimiento de las organizaciones autónomas de los jóvenes trabajadores, el movimiento obrero no había tomado muy en cuenta las cuestiones que eran importantes para la gente joven. Pero pronto buscaría –y conseguiría durante cierto tiempo-, como he analizado en otro sitio, acabar con esta autonomía juvenil 29.

Pero hay que ser cauteloso al aplicar el calificativo “juvenil” a un movimiento social: existieron algunos, como la “Joven Italia”, la “Joven Alemania” o los “Jóvenes Turcos” que hacían referencia más a la idea de una nueva nación que al hecho de que la gente joven fuera la que estuviera construyéndola; los movimientos democráticos radicales del siglo XIX fueron dirigidos por jóvenes, pero no eran movimientos juveniles propiamente dichos, y, como muestra el estudio de los existentes en Checoslovaquia en el siglo XIX, no se vieron a sí mismos como representantes de un movimiento juvenil aunque fueran apoyados y liderados por jóvenes. Es significativo, también, que el término “joven”, generalmente, se lo aplicaran sus oponentes como descalificativo, indicando inmadurez y falta de responsabilidad 30.

La compleja –y a veces conflictiva- relación entre las organizaciones juveniles y las organizaciones de adultos ha hecho que se distinga entre los movimientos juveniles creados, organizados y dirigidos por los adultos y las organizaciones para gente joven creadas, organizadas y dirigidas por los mismos jóvenes, lo que ha llevado a algunos autores a parafrasear a Karl Marx y hablar de “juventud en sí” y “juventud para sí”. Sin embargo, como he analizado en relación con la Federación de Juventudes Socialistas de España, la situación de una misma organización juvenil con relación a sus referentes adultos puede variar a lo largo del tiempo en función de las diferentes circunstancias económicas, sociales, políticas y culturales, de cómo afectan éstas a los jóvenes y de la implantación y el carácter de cada organización 31.

La primera gran oleada de movilización juvenil se produjo en Europa en el periodo de entreguerras. Aunque las reacciones fueran distintas en función de las diferencias nacionales, de clase, y personales, las vidas de muchos europeos quedaron inevitablemente unidas por los problemas que surgieron como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, que tuvo un especial impacto en los jóvenes. La guerra bloqueó, debilitó o cambió radicalmente las principales instituciones sociales en que se llevaba a cabo su socialización: por ejemplo, las
familias se desintegraron, muchos niños y jóvenes se quedaron huérfanos y asumieron responsabilidades que antes no tenían, al igual que los jóvenes cuyos padres estaban en el frente; las llamadas a filas de los hombres hizo que muchas mujeres y chicas jóvenes asumieran mayores funciones en la familia y trabajos hasta entonces “masculinos”; los restos de las sociedades tradicionales prácticamente desaparecieron en las zonas rurales, … La
guerra supuso un aumento de la autonomía de los jóvenes para la que en muchos aspectos no
hubo vuelta atrás 32. Tras la Gran Guerra se hizo patente también un creciente interés de los grupos políticos por la juventud y la programación sistemática de actuaciones dirigidas a captar a los sectores juveniles de la población: tras la devastación producida por la guerra en casi todos los países beligerantes, se esperaba que la juventud fuera la fuerza dirigente de un futuro renacimiento: los jóvenes empezaron a ser vistos no sólo como la gente con problemas necesitada de ayuda o protección, sino también como “la fuerza para la renovación y la regeneración” –la que debía iniciar “el proceso de curación y renacimiento físico, mental y ético”, como decía la Ley de Bienestar de la Juventud de la República de Weimar de 1922. Aunque ya había habido llamamientos políticos a la juventud con anterioridad, las publicaciones y discursos dirigidos a los jóvenes se multiplicaron durante el periodo analizado y fueron realizados prácticamente desde todo el espectro político 33.

Pero la guerra - que se había vendido como una gran cruzada por la civilización, Dios y la patria y que acabó convirtiéndose en el mayor ejemplo conocido hasta entonces de barbarie- llevó a muchos jóvenes a buscar nuevos caminos y soluciones, y a abandonar los valores sociales tradicionales, mantenidos por los adultos que habían “fracasado” y les habían “fallado”, como parecía haber demostrado la Primera Guerra Mundial y como parecían confirmar la evolución política del periodo y la crisis económica de 1929, que afectó de forma
importante a los jóvenes, no sólo porque el desempleo fue importante entre ellos, sino porque las respuestas a éste y a la crisis económica les afectaron de forma directa: por ejemplo, las familias retiraron a sus hijos de los centros de enseñanza y los gobiernos recortaron sus presupuestos educativos 34. Y así, aunque los jóvenes no habían sido ajenos a la participación
política, especialmente en la etapa previa a la primera conflagración mundial, esta participación alcanzó el carácter propio de la nueva sociedad de masas en el periodo de entreguerras: se produjo una politización cada vez mayor de los jóvenes, un crecimiento de las
organizaciones juveniles y de su autonomía, y la juventud jugó un papel destacado, e incluso
protagonista, en la conflictividad social y política del periodo y en el desarrollo de nuevos movimientos, como el comunismo, el fascismo o el nazismo 35.

Aunque algunas de las organizaciones juveniles que tuvieron más influencia en el periodo de entreguerras existían con anterioridad al conflicto bélico, alcanzaron en este momento su mayor desarrollo y, por ejemplo, en el caso de las organizaciones juveniles socialistas, sus mayores cotas de independencia. Como dice Radomir Luza, el movimiento juvenil socialista había tenido un escaso desarrollo antes de la guerra y ésta produjo “el casi completo abandono de la socialdemocracia europea por parte del movimiento juvenil socialista”, que
estuvo en el origen de la formación de la mayor parte de los partidos comunistas europeos. Tras su reconstrucción en 1923, la Internacional Juvenil Socialista (IJS) estaba formada por 28
organizaciones y alcanzó su cenit en número de militantes en 1932, aunque en número de organizaciones miembros siguió creciendo hasta 1938, cuando llegó a contar con 6436. Fue
también en el periodo de entreguerras cuando se sentaron las bases de las organizaciones estudiantiles internacionales, cuyos orígenes se remontan a la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, formada a mediados del siglo XIX y que en 1908 empezó a publicar un periódico titulado Student World. En 1919 se formó la Confederación Internacional de Estudiantes, que se expandió hasta incluir no sólo a los países europeos sino también a algunos latinoamericanos, como México y Brasil. Centrada en cuestiones específicamente estudiantiles, en 1937 representaba a 42 uniones nacionales y era reconocida por la Sociedad de Naciones como la organización internacional estudiantil “oficial”. El desarrollo de las organizaciones juveniles en el periodo de entreguerras –tanto en Europa como fuera de ella- fue también el que permitió que se celebraran dos Congresos Mundiales de la Juventud, el primero en Ginebra en 1936 y el segundo en Nueva York en 1938, patrocinados por la Federación Internacional de Asociaciones pro Sociedad de Naciones 37.

Esta organización y movilización juvenil cada vez mayor -claramente percibida por los contemporáneos-, hizo que se desarrollaran estudios académicos sobre la juventud y su “problemática” desde principios del siglo XX y, especialmente, en el periodo de entreguerras 38. Así, no es extraño que las primeras teorías que intentaban explicar la adolescencia y/o la juventud también surgieran en el primer tercio del siglo XX y, especialmente, durante el periodo de entreguerras y al análisis de las aproximaciones teóricas a  la problemática juvenil es a lo que se dedica el siguiente apartado.

2. LOS INTENTOS DE EXPLICACIÓN

Aunque clásicos como John Locke o Jean- Jacques Rousseau iniciaron la definición moderna de la adolescencia y la juventud, e incluso algunos autores consideran la obra Émile de este último, publicada en 1762, como la “responsable” de la definición clásica del carácter especial e independiente de la adolescencia y un primer inventario de sus características “modernas”39, el concepto de adolescencia surgió en el ámbito académico con el libro de G. Stanley Hall, Adolescence: its psychology and its relations to physiology, anthropology, sociology, sex, crime, religion and education (1904). Éste partía de las características físicas y psicológicas de la pubertad para desarrollar una noción biológica de juventud que asociaba la adolescencia -comprendida entre los 14 y los 24 años aproximadamente-, con un periodo de tensión y desorden emocional, de confusión interna e incertidumbre (el sturm und drang de los románticos), que en la mayoría de los casos llevaba a desequilibrios emocionales que podían provocar desórdenes, desviaciones y neurosis y que comúnmente se expresaban en conductas egoístas, crueles o criminales 40. Las obras de Sigmund Freud y sus seguidores reforzaron este modelo e impulsaron la definición del periodo como innatamente difícil y problemático, además de universal, es decir, presente en todas las sociedades humanas 41.

Ni las teorías marxistas ni las weberianas analizaron el papel de los jóvenes: ocupados con las estructuras macrosociales de clase y estatus, tendieron, en la práctica, a contribuir a una visión homogénea, estática o parcial de la juventud 42. Sí es cierto que Lenin fue muy consciente del potencial que tenía la juventud como fuerza social y que la organización de la juventud y la elaboración de un programa específicamente juvenil fue una característica importante de las organizaciones juveniles comunistas en los años veinte y treinta. Antonio Gramsci dio gran importancia a la juventud porque consideraba que su educación era fundamental en la reproducción de la hegemonía social, política y cultural. Planteó la posibilidad de que se produjeran conflictos generacionales favorecidos no por cuestiones psicológicas sino por el contexto histórico y social, pero estos conflictos sólo tendrían importancia social e histórica cuando se relacionaran con cuestiones de clase o nacionalidad 43.

Las primeras aproximaciones sociológicas al concepto de juventud se elaboraron en los años
veinte del siglo XX. Margaret Mead inició su estudio sobre los jóvenes en Samoa como un
intento deliberado de contradecir las teorías de la adolescencia de Hall: negó el carácter biológico de la adolescencia y la juventud y que la primera fuera necesariamente un periodo de estrés y tensión, y defendió la preponderancia – quizá de una forma muy determinista- de los factores culturales. Frederick Trasher, por su parte, analizó 1313 bandas del Chicago de su época, superando las connotaciones psicológicas y patológicas predominantes en la criminología del momento: asoció la delincuencia con la desintegración social urbana y subrayó los elementos de solidaridad interna, vinculación a un territorio y creación de una tradición cultural distintiva presentes en las bandas juveniles 44.

También fue en el periodo de entreguerras cuando se desarrollaron las principales teorías generacionales en que se siguen basando en gran medida los estudios actuales que parten del
concepto de generación: la del español José Ortega y Gasset y la del húngaro Karl Mannheim.
Ambos destacaron la adolescencia y los primeros años de la vida adulta como claves en la afirmación de la mayoría de los criterios personales y en la adquisición de una identidad propia por parte de las generaciones, definidas como “un grupo de personas que siendo contemporáneas y coetáneas presentan cierta relación de coexistencia, es decir, que tienen intereses comunes, inquietudes analógicas o circunstancias parecidas”: una generación se
aglutinaría en la juventud aunque generalmente tendría vigencia en la vida adulta45. Este centro en la juventud fue acompañado a menudo por una visión negativa de ésta: para Ortega, la juventud es “la etapa formidablemente egoísta de la vida”, y Pedro Laín Entralgo caracterizó las acciones juveniles por su inseguridad, radicalidad y confusión; aunque en otros casos, se ha destacado la capacidad de cambio y la flexibilidad de los jóvenes, debido a que no están todavía integrados en el statu quo o atrapados por los intereses creados en la estructura social 46.

Además, muchos de los que proponen la utilización de teorías basadas en las generaciones tienden a verlas como un todo homogéneo, o a diferenciar dentro de ellas, como hacía Ortega, a “los individuos selectos y los vulgares”, a la “minoría” de la “masa”, lo que convierte al concepto de generación, como plantea Annie Kriegel, en uno “fundamentalmente elitista” y que sólo se puede construir retrospectivamente, cuando un conjunto de referencias ha sido aceptado como un sistema de identificación colectiva y sus protagonistas elegidos para representar a sus contemporáneos 47. Frente a Ortega, Mannheim distinguió dentro de las generaciones las llamadas “unidades generacionales”, definidas como “aquellos grupos, dentro de cada conexión generacional, que emplean siempre las vivencias que distinguen a las generaciones de un modo definido y diferente del de otro”, a la vez que negó que el factor generacional tuviera un carácter decisivo en la historia y que los movimientos generacionales fueran un fenómeno universal y constante. Frente a lo que diría Ortega posteriormente, Mannheim consideraba que estos movimientos sólo tenían un carácter “ocasional”, a la vez que destacaba la existencia, al mismo tiempo, de conflictos inter e intrageneracionales. Pero, como plantea Hood Williams, las unidades generacionales no lo son tanto en la medida en que se reconoce que hay sistemas de creencias compartidas que separan a las generaciones y unen a miembros de diferentes grupos de edad, lo que hace difícil encontrar un “nexo concreto” que configure una generación. Por otra parte, como muestran, por ejemplo, la ruptura ideológica de la “joven generación” que surgió con la Primera Guerra Mundial y los grandes contrastes políticos dentro de ésta durante la República de Weimar alemana, una influencia uniforme y general durante los años formativos no tiene por qué llevar al establecimiento de una “comunidad generacional”. Puede existir un contexto generacional uniforme en el sentido de un conjunto de problemas compartidos, pero no una unidad generacional cuyos miembros puedan ofrecer soluciones uniformes a esos problemas 48.

El recuerdo de la Gran Guerra, considerada uno de los orígenes de la “cuestión juvenil”, junto con la idea de que había una relación clara entre las posiciones de la juventud y la posibilidad de una consolidación democrática, hicieron que los estudios sobre los jóvenes continuaran durante la Segunda Guerra Mundial. Había una gran preocupación por la juventud alemana, probablemente por la mayor importancia del movimiento juvenil alemán y la mayor potencia –económica y política- de Alemania en comparación con otros países del Eje, dado que la socialización de los jóvenes en el nacionalsocialismo había sido –temporalmentemenos duradera que la del fascismo italiano 49. Esta percepción de la importancia de la “cuestión juvenil” también influyó en el desarrollo de nuevas políticas dirigidas hacia los jóvenes en los años que siguieron a la segunda conflagración mundial, como la ampliación del derecho de voto -que convirtió en ciudadanos con plenos derechos a gente cada vez más joven-, o la extensión de la educación obligatoria hasta incluir la enseñanza secundaria.

Desde el funcionalismo parsoniano y las interpretaciones basadas en éste –dominantes en las ciencias sociales en las décadas centrales del siglo XX - se enfatizaron las funciones positivas
de la juventud en la integración social, aún considerando la juventud como un periodo de “considerable tensión e inseguridad”: las culturas juveniles podían hacer más fácil la transición al mundo adulto, pero, a la vez, eran una muestra de las tensiones existentes en las
relaciones entre los jóvenes y sus mayores. Aunque el mismo Talcott Parsons daba a entender que el modelo de que hablaba se centraba en las clases medias urbanas, fueron características que se vieron como un modelo para toda la juventud y demostración del surgimiento, tras la Segunda Guerra Mundial, de una “cultura juvenil” separada, que unía a todos los jóvenes en un modo de vida muy diferente – e incluso opuesto- al de los adultos. Para Eisenstdat, en las sociedades modernas, los grupos de edad eran homogéneos y su función principal era favorecer la transición hacia la vida adulta, debido a la tensión existente en los jóvenes entre los valores particulares de la familia y los valores universales de la sociedad. Así, sólo se podían interpretar las culturas y las protestas juveniles de los años sesenta y setenta como resultado de situaciones de anomia, de falta de unas normas consistentes para dirigir la conducta, en suma, como una situación anormal. Se vieron los movimientos juveniles como síntomas de los problemas de la transición de la niñez a la edad adulta, lo que llevó a menudo a aproximaciones neofreudianas en las que el descontento juvenil se analizaba como generalización del resentimiento que la gente joven tenía hacia la autoridad ejercida por sus
padres 50.

Estos planteamientos acababan así, en la práctica, convergiendo con las aproximaciones psicosociológicas de la adolescencia y la juventud, que partían de las ideas de Hall y de Freud, y que fueron popularizadas por Erik Erikson a partir de los años 50: una visión más relativizada y sociológica que veía la adolescencia, en las condiciones cambiantes de la sociedad contemporánea, como un periodo de “crisis de identidad” y “moratoria de rol”, que se caracterizaría “por la combinación de impulsividad y de disciplinada energía, de irracionalidad y de animosa capacidad”, motivada por factores biológicos y psicológicos. Las “psicopatologías del adolescente”, que Erikson analizaba para casos concretos tendrían“síntomas sociales” e implicaciones políticas, ya que llevarían a los jóvenes como grupo a unirse a “pandillas y bandas aberrantes” y podrían ser utilizados por movimientos políticos y sociales. Pero no hay pruebas que demuestren que más que una pequeña minoría de jóvenes sufra las psicopatologías descritas por Erikson, ni evidencias de que las sufran más los jóvenes que otros grupos de edad. 51

En estas interpretaciones, la movilización estudiantil se consideraba una fuerza ciega que impulsaba a odiar a los mayores, pero incluso aceptando las teorías freudianas y neofreudianas del complejo de Edipo, éstas presentan dicho complejo como universal, por lo que no valen para explicar porqué en un determinado momento histórico los jóvenes actúan y en otros no. Tampoco explicaban porqué los estudiantes de las familias más acomodadas estaban más dispuestos a actuar que los de clases más bajas y, además, la mayoría de los estudiantes que protestaban mantenían una buena relación con sus familias y sus valores solían coincidir con los de éstas 52. Y es que el concepto de generación se utilizó en el siglo XX (y se sigue utilizando) en el análisis histórico, político y sociológico con distintos sentidos- relaciones de parentesco, cohorte o grupo de edad y etapa de la vida-, e incluso se ha hablado de generación histórica o política (un grupo de edad que ha estado sometido a experiencias históricas importantes y fundamentales en sus años de formación y se define a sí mismo como único); y distintos investigadores defienden limitar el concepto de generación a diferentes significados 53. Pero ya en los mismos años setenta la idea de un “conflicto generacional” no encajaba con las investigaciones empíricas: éstas, por el contrario, destacaban la importancia del estatus y de la posición social de la familia. La mayoría de los estudios realizados a los participantes en las protestas juveniles de los años sesenta en Estados Unidos demostraron un claro vínculo entre padres y activistas, mientras que, por otra parte, explicar la “alienación” y la movilización de los jóvenes de los años sesenta por el tópico de la tendencia de la juventud al radicalismo y al idealismo, al igual que sucedía con las explicaciones basadas en el complejo de Edipo, no explicaba la pasividad de los jóvenes en otros periodos, como los años cincuenta 54.

Las primeras formulaciones críticas de estas visiones enfatizaban su carácter “clasista”, pero se ha destacado que la psicología de la adolescencia, al igual que el funcionalismo parsoniano, marcó una norma de conducta y apariencia juvenil universal, determinada biológica y psicológicamente, que no era sólo de clase media, si no también blanca, heterosexual y masculina. Los intentos de aplicar su modelo a la clase obrera o a las minorías étnicas llevaron a visiones patológicas de sus culturas en las que se extrapolaba a la juventud de su contexto social y cultural y se la reducía a un sustrato común esencialmente biológico y psicológico, lo que produjo numerosos anacronismos, ya que se ignoraban las importantes variaciones históricas y culturales en las formas de familia, educación, cultura u ocio que influyen en los jóvenes, y sólo se podía explicar la “marginación” de la juventud como una psicopatología, el producto de la anomia o del fracaso del proceso de socialización 55. Al mismo tiempo, la gran oleada de movimientos estudiantiles de los años sesenta del siglo XX coincidió con la crisis de ideologías revolucionarias como el marxismo, lo que llevó a algunos autores a plantear que la juventud era “una nueva clase” y a estudiar a la juventud como la vanguardia del cambio social. Pero, como dice Abrams, al estar los jóvenes afectados por otras diferenciaciones sociales, los llamamientos a la juventud por sí sola no suelen lograr una propuesta ampliamente aceptable, viable o alternativa al orden social existente 56.

En los años setenta y ochenta del siglo XX, ante el fracaso de todas estas aproximaciones para
explicar la movilización juvenil, se introdujo una perspectiva de clase que destacó los valores
compartidos con los adultos. Así, las teorías de la reproducción social y cultural pusieron el
énfasis en la recreación de las estructuras de poder y las desigualdades sociales a través de
los grupos de edad, como muestran las obras de Stuart Hall y Tony Jefferson; y Geoff Mungham y Geoffrey Pearson. Estas visiones tenían como objetivo hacer regresar al primer plano las estructuras sociales y las relaciones de clase en la investigación sobre los jóvenes occidentales, pero sin abandonar las diferencias que implicaban las relaciones de edad. Como dijeron Graham Murdock y Robin McCron, “no es una simple cuestión de sustituir clase por edad, sino de examinar las relaciones entre ambas y más particularmente, las formas en que la edad actúa como una mediación de la clase”, que se refleja en distribuciones específicas de oportunidades, ventajas y desventajas en el acceso de la gente joven a sus experiencias específicas, como la educación, el trabajo o el ocio 57. Aunque la juventud tiene numerosas características en común, las divisiones sociales y geográficas provocan diferencias entre ellos y les ponen en muchos casos en estrecha conexión con la gente mayor. Pero los jóvenes experimentan situaciones similares a las de los adultos de una forma distinta y en un conjunto diferente de instituciones que las de sus padres; y cuando se enfrentan a estas situaciones en las mismas estructuras -por ejemplo, en el mercado laboral lo hacen en puntos de su vida crucialmente  diferentes 58.

Pero estas teorías también tienen limitaciones y se les ha criticado que se centran sólo en
determinados grupos de jóvenes y no estudian a las mujeres o a los jóvenes conformistas de clase media; y se ha planteado que hay que tener en cuenta otras dimensiones de la estratificación social, como el género o la raza; y también la vida familiar, que juega, por ejemplo, un papel fundamental en la reproducción de las identidades de género. Se ha producido, por tanto, la introducción de más y más dimensiones sociales y culturales. En esta ampliación del campo de estudio ha jugado un papel importante la aproximación del curso de la vida, que integra las relaciones de los jóvenes en las diferentes esferas de la sociedad (familia, grupo de edad, mercado laboral,…) en una aproximación biográfica, en la que estas esferas son analizadas y entendidas en su conjunto. Sin embargo, aunque se valora positivamente esta perspectiva por integrar proceso y estructura, tiempo individual y tiempo histórico, sus mismos defensores reconocen que se corre el peligro de acabar analizando más a los individuos que a los grupos sociales 59.

Por tanto, la especificidad de la juventud es “una norma construida históricamente, desarrollada socialmente e interiorizada psicológicamente”. La juventud como fenómeno social depende, más que de la edad, de la posición de la persona en diferentes estructuras sociales, entre las que destacan la familia, la escuela, el trabajo y los grupos de edad, y de la acción de las instituciones estatales que con su legislación alteran la posición de los jóvenes en ellas. La existencia de la juventud como un grupo definido no es un fenómeno universal y, como todo grupo de edad, su desarrollo, forma, contenido, y duración son construcciones sociales y, por tanto, históricas, porque dependen del orden económico, social, cultural y político de cada sociedad; es decir, de su localización histórica y del modo en que la“juventud” es construida en una sociedad. En 1800, por ejemplo, no había ninguna experiencia común entre la juventud de Europa y la de sus colonias, pero estas fronteras se fueron diluyendo progresivamente al avanzar la edad contemporánea, aunque incluso en una fecha tan reciente como 1997 se podía decir que “para una gran proporción de la población joven mundial la idea de juventud como un estadio universal de desarrollo era y sigue siendo un concepto inapropiado”60. El marco para entender la juventud debe incluir, por tanto, la continuidad y el cambio, las relaciones dentro y entre los diferentes grupos de edad, y las divisiones sociales de clase, género, raza y/o etnia, en un proceso en el que los jóvenes se interrelacionan con muchas instituciones -como la escuela, la familia, la Iglesia o el Estado- de una forma común y específica, diferente a la de otros grupos de edad. La juventud deviene, así, un proceso de socialización 61.

La organización social de las sociedades contemporáneas favorece las diferenciaciones entre los distintos grupos de edad, pero sólo en determinadas circunstancias históricas los jóvenes cobran importancia política, aunque no siempre los conflictos en los que participan tienen un carácter generacional. Hay que estudiar las coyunturas históricas en las que aparecen los grupos que se autodefinen como jóvenes, analizarlos en todos sus aspectos, incluyendo las representaciones que se asocian con ellos y las condiciones que posibilitan su formación, e investigar qué clase de relación de edad es relevante para la situación específica que se investiga. Las estrategias desarrolladas por los diferentes grupos de jóvenes dependen de la coyuntura histórica y están en una compleja relación con las de otros grupos de la misma edad y las de los adultos, con las instituciones y sus diversas formas de control, y con la cultura dominante 62.

3. A MODO DE CONCLUSIÓN: HACIA UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA DE LOS JÓVENES

Ha sido, por tanto, desde lo estudios empíricos – si no históricos, con una importante base
histórica-, desde los que más se ha avanzado en el estudio del surgimiento y desarrollo de la
juventud como grupo social. Pero a pesar de que las ciencias sociales han integrado la historia en sus análisis sobre los jóvenes, y que la historiografía sobre la juventud y los movimientos juveniles ha alcanzado un gran desarrollo en todo el continente europeo, este no parece ser el caso de España, probablemente influido por el ya conocido « retraso» español por las décadas de oscurantismo de la dictadura franquista. Los análisis sobre la juventud, las políticas dirigidas hacia ella, sus formas de vida, sus organizaciones, o su participación en la conflictividad social y política en el periodo anterior a los años 60 del siglo XX son escasos y no han tenido, hasta ahora, una gran continuidad, y como pasa con otros temas históricos, también son escasos los estudios de investigadores españoles sobre la historia de la juventud y de su organización fuera de España y las traducciones de obras sobre este tema 63. Tampoco parece que desde las otras ciencias sociales que estudian a la juventud 64 se conozca suficientemente su desarrollo histórico: cuando todavía se tiene que destacar en un, por lo demás, magnífico estudio sobre la violencia de los grupos juveniles actuales, que “la existencia de grupos juveniles que reclaman determinadas adscripciones ideológicas no hay que entenderlo en ningún caso como un fenómeno de una supuesta patología social” y se considera preocupante y novedosa “la utilización de esos grupos juveniles” por otras organizaciones “en su propio beneficio”, a pesar de los precedentes existentes en toda Europa, incluida España 65; se puede utilizar como ejemplo de movimiento juvenil “temprano” el movimiento estudiantil argentino de 1918 sin pensar en la impresionante movilización estudiantil que tanto influyó en la caída de la dictadura de Primo de Rivera66; o se puede hablar de la existencia de bandas juveniles sólo después de la Segunda Guerra Mundial, con unos antecedentes en el caso norteamericano estudiado por Trasher en 1927,
sin acordarse de las cliqués berlinesas de la República de Weimar, de las bandas juveniles obreras de la Gran Bretaña de entreguerras o, por quedarnos más cerca, de las bandas de jóvenes obreros barcelonesas de los años veinte y treinta 67, sólo se puede concluir que es preciso ahondar en el estudio histórico de los jóvenes en España en un marco comparativo europeo e insistir en la necesaria relación entre las diferentes ciencias que se ocupan de lo social, en este caso, en cuanto a la temática juvenil 68.

La juventud que no miramos. Los jóvenes excluidos en el Siglo XXI

Prólogo
El presente ensayo tiene como objetivo poner una mirada crítica hacia el sector que hoy ocupan los JÓVENES, la llamada JUVENTUD. Como es de suponer, hoy por hoy mucho se puede hablar de ambas categorías, muchos estudios hay sobre la temática desde las ciencias sociales y el presente ensayo tratará de abordar la temática desde varios campos de las ciencias sociales. Muchas problemáticas quedaron fuera del presente trabajo y que podrán ser consultadas en otros trabajos e investigaciones.
Quiero resaltar que la intencionalidad de este ensayo es iluminar algunas de las tantas problemáticas que hoy recaen sobre los jóvenes. Quisiera que este trabajo sirva para debatir, reflexionar, repensar que mundo, que país y que sociedad estamos construyendo para el presente y el futuro de nuestros jóvenes.
Hace algún tiempo atrás llegó hasta mis manos la Declaración del Congreso de SUTEBA (de febrero de 2005) que tomé como disparador para abordar gran parte de este trabajo, en uno de sus párrafos la Declaración decía lo siguiente:
"La masacre de Cromagnon, así como los asesinatos de Budge y de la comisaría de Quilmes, la tragedia de Patagones, las víctimas del gatillo fácil, los cien pibes que mueren por día por causas evitables, entre otros emergentes, muestran tanto la crisis de un sistema para el cual la vida humana no tiene valor, particularmente la de los jóvenes, y de un estado cómplice y corrupto, presente a la hora de defender los grandes intereses económicos y ausente a la hora de dar respuesta a los derechos populares. Estos hechos que conmueven a los argentinos no son producto de la fatalidad, sino la confluencia de causas, que para ser revertidas nos comprometen a construir más organización para producir transformaciones políticas, culturales, legales (...) La impunidad es el principal obstáculo para modificar esta realidad, por ello debemos seguir movilizándonos para exigir juicio y castigo a todos los responsables y demandar políticas públicas que garanticen un presente y un futuro distintos para nuestros niños y jóvenes, es la lucha por un país con justicia , y derechos para todo nuestro pueblo" (el subrayado es mío)
De este párrafo, más que significativo, subrayé algunos conceptos que creo claves y que desde el ensayo intenté desarrollar, indagar y criticar como ser: "la vida humana no tiene valor, particularmente la de los jóvenes"; "Estado cómplice y corrupto"; "fatalidad"; "causas"; "impunidad"; "movilización"; "políticas públicas que garanticen un presente y un futuro distintos"; "justicia"; "derechos".
La gran mayoría de estos conceptos están directamente vinculados a los efectos que produjeron las políticas neoliberales aplicadas desde la última dictadura y a lo largo de la restitución democrática, sobre todo bajo los gobiernos de Menem y De la Rúa, y que podemos afirmar que aún hoy continúan.
Es por eso que a la hora de hacer un análisis sobre el sector de los jóvenes, o la juventud, se hace necesario e imprescindible mencionar como repercutieron los efectos del modelo socioeconómico neoliberal. Un modelo que intensificó la concentración de la riqueza, sumergió a casi el 50% de la población del país en la pobreza y a más del 20% directamente en la indigencia.
Un dato más que impactante y que resume los efectos de este modelo es, según el último censo, en la provincia de Buenos Aires, casi el 75% de los jóvenes se encuentra por debajo de la línea de pobreza, y las cifras a nivel nacional hablan de que 6 de cada 10 jóvenes son pobres.
La destrucción del tejido social también incidió directamente en el modo de vivir de los jóvenes, en la cultura que los rodeaba y que a su vez, atravesadas por el deterioro social producido en sus vidas, contribuyeron a crear una nueva "cultura", creando nuevas representaciones sociales, que también el poder hegemónico y sus voceros, los medios masivos de comunicación, contribuyeron a exacerbar. Sin embargo, después del mediático caso Blumberg, éstos mismos medios de comunicación instalaban el discurso "los jóvenes son peligrosos", homologando adolescencia pobre con delincuencia e inseguridad, estigmatizando aún más a los jóvenes.
A los largo del ensayo trataré de bucear en algunos puntos que creo que determinantes para sacar algunas conclusiones con respecto a esta temática. Como dije anteriormente, habrá puntos que no trataré en detalle, creo igualmente que los puntos aquí tratados merecen nuestra atención para tomar cartas en el asunto.
Gustavo Racovschik
Enero 2006
 I.            Introducción
II.            La segunda mitad del siglo XIX será, en los países centrales europeos (Francia, Inglaterra y mas tarde Alemania), la consolidación definitiva de la clase burguesa como clase hegemónica. En esta etapa histórica, las clases medias, que en períodos anteriores no se habían identificado plenamente con la burguesía, comienzan a adoptar estilos de vida de la clase triunfante. Por aquel entonces, las clases medias estaban integradas por los hombres de negocios, funcionarios estatales o las profesiones liberales (abogados, contadores, médicos, etc.).
Es por ésta época, que en países de crecientes economías como Gran Bretaña, surge la categoría Juventud, identificando bajo esta categoría a un grupo de individuos que están en la edad entre la adolescencia y el matrimonio.
Las clases medias de aquel entonces buscaban emparentarse mas con la triunfante burguesía y sus modos de vida y separarse los más posible de los sectores populares, los cuales, a su vez, también pugnaban por ascender en la escala social. Es de esta manera que quienes pertenecían o querían pertenecer a la clase media tenían debían distinguirse de los sectores populares, en su mayoría obreros y campesinos. Según Hobsbawm, las clases medias utilizaron tres criterios para diferenciarse: "Uno de esos criterios era adoptar una forma de vida y una cultura de clase media; otro criterio era la actividad del tiempo de ocio y especialmente la nueva práctica del deporte; pero el principal indicador de pertenencia social comenzó a ser, y todavía lo es, la educación formal".
Para los jóvenes de clase media, el acceso a la educación formal era una manera de posponer su ingreso al mercado de trabajo, significaba ascenso social, el ingreso a los negocios, tener mas tiempo para el ocio, era una condición esencial de status. La educación separaría a los jóvenes de las clases medias y altas de los jóvenes de las clases trabajadoras y campesinas. "La educación secundaria hasta los 18 años se generalizó entre las clases medias, seguida normalmente por una enseñanza universitaria o una preparación profesional elevada (...) La escuela era la escala que permitía seguir ascendiendo a los hijos de los miembros de las capas medias. En cambio, muy pocos hijos de campesinos, y menos todavía de trabajadores, podían llegar a esos peldaños" sentencia Hobsbawm. Es decir, la categoría JUVENTUD tiene su surgimiento en un determinado contexto histórico, económico, social y cultural. Esto coincide con lo que, más adelante, expresará Sergio Balardini, "jóvenes hubo siempre, pero juventud no".
Más de 150 años después de aquel momento, las diferencias que separan a los jóvenes de clases medias y altas de los jóvenes de las clases subalternas se han hecho más profundas, convirtiendo a los jóvenes de las clases subalternas en excluidos o marginados sociales, dado que, hoy por hoy, éstos jóvenes tienden a convivir con realidades como pobreza, menor escolaridad, menor acceso a oportunidades laborales, mayor chance de sufrir explotación laboral o el desempleo, alcoholismo y/o drogadicción, prostitución, violencia doméstica, dificultades en la familia y en la escuela entre otras tantas problemáticas; problemáticas éstas que las que difícilmente un joven de clase media o alta atraviese.
Paradójicamente, y a pesar de la clara diferenciación entre los jóvenes de las clases media y alta y los jóvenes de las clases subalternas, bajo la categoría de Juventud se suele homogeneizar a toda una franja de adolescentes, por el mero hecho de cumplir algunos requisitos de orden biológico o cronológico, sin atender las particularidades.
Creí conveniente que este primer punto haga referencia a las distintas miradas, posiciones o argumentaciones que se dan en torno a los conceptos de Jóvenes y de Juventud, sobre todo porque existen divergencias entre las posiciones que adoptan instituciones como la UNESCO y especialistas dedicados al tema, y que tiene que ver preponderantemente a la posición social que ocupa el joven, y en que generalmente se tiende a homogeneizar al sector Juventud.
A lo largo del ciclo de la vida humana, la juventud ha sido identificada como una fase etárea intermedia, la transición de la adolescencia a la vida adulta. Ésta fase etárea, también es identificada, generalmente, como la de dependencia económica y asociada a la educación y a la formación, próxima a la constitución de una vida familiar y profesional propia. También en ocasiones, la juventud es vista como un estado del espíritu, del cuerpo, como un signo de salud y disposición; pero a la vez, es también un consumidor, una franja del mercado que todos quieren incluir.
La juventud podría entonces emparentarse con todo el período de la adolescencia hasta la entrada en la vida adulta, sin embargo la adolescencia es más que una etapa o un estadio del desarrollo cognitivo o biológico, sino que además es el momento mas importante de la constitución de subjetividad desde la pubertad; esta etapa está marcada también por la irrupción de la sexualidad, en su vertiente de la genitalidad. Esta etapa es acompañada por importantes cambios corporales, tanto en el hombre como en la mujer y es la etapa cuando los adolescentes/jóvenes comienzan a identificarse con tal o cual gusto (sexual, musical, artístico, etc) que lo llevan a vestir nuevos ropajes, lucir nuevos peinados, tatuar o agujerear partes de su cuerpo. Hábitos que proponen distintas y cambiantes identificaciones -"soy esto" o "soy lo otro"- donde cada identificación supone modos de relación con los otros, conductas, códigos de lenguaje, gustos musicales, de los que el joven se apropia.
Desde una mirada institucional, la UNESCO define a la juventud como "un período que se da entre la infancia y la edad adulta". El marco cronológico de juventud es definido por la UNESCO como "el período de la vida que va desde los 15 años a los 25 años incompletos", o sea, al completar los 25 años la persona deja de ser joven.
Ahora veamos que opinan los especialistas. Según Cecilia Braslavsky "...la etapa juvenil es considerada, habitualmente, como el período que va desde la adolescencia (cambios corporales, relativa madurez sexual, etc.) hasta la independencia de la familia, la formación de un nuevo hogar, la autonomía económica; éstos serían los elementos que definen la condición de adulto. Un período que combina una considerable madurez biológica con una relativa inmadurez social. La juventud se convertiría como en una especie de transición hacia la edad adulta..."
Sin embargo, esta autora sostiene que "existe en la sociedad el mito de identificar a los jóvenes con algunos de ellos, una especie de juventud homogénea" o también " el mito de la igualdad de oportunidades con que cierto discurso intenta unificar la condición para todo aspirante a participar plenamente de la vida colectiva, aunque provengan de mundos sociales extremadamente diversos. Así, todo joven se encontraría en igualdad de oportunidades para recibir los conocimientos e incorporar las aptitudes que lo transformarán en productor y lo formarán como ciudadano..."
Para Mario Margulis, el tema de la juventud se complica cuando "...ésta no se refiere solo a un estado, una condición social o una etapa de la vida, sino que es vista como un producto...", y agrega que "...la juventud aparece entonces como un valor simbólico asociado con rasgos apreciados ?sobre todo por la estética dominante-, lo que permite comercializar sus atributos (o sus signos exteriores), multiplicando la variedad de mercancías ?bienes y servicios- que impactan directa o indirectamente sobre los discursos sociales que la aluden y la identifican".
En ocasiones, se suele hablar de juventud y hacer referencia a lo generacional, como que los jóvenes son "generacionalmente iguales" según la edad de nacimiento. Mario Margulis hace el siguiente aporte con respecto a este punto: "la generación, más que a la coincidencia en la época de nacimiento, remite a la historia, al momento histórico en que se ha sido socializado. La generación no es una simple coincidencia en la fecha de nacimiento, sino una verdadera hermandad frente a los estímulos de una época, una simultaneidad en proceso que implica una cadena de acontecimientos de los que se puede dar cuenta en primera persona, como actor directo...".
Otro aporte a la cuestión generacional lo hace el sociólogo Jorge Elbaum que nos dice que "Homogeneizar a los distintos grupos juveniles sobre la base de una pertenencia generacional suele ser una falacia analítica habitual. Dicha clasificación suele estar guiada mas por los datos que el sentido común brinda que por el resultado de un auténtico relevamiento sociológico. Considerar la dimensión etaria como un dato explicativo de percepciones y prácticas regulares termina funcionando en la investigación como obstáculo epistemológico que impide comprender la influencia de otros factores ?como la clase social, el género y las pertenencias étnicas y culturales- que en ocasiones terminan siendo más importantes que la tenencia de una edad determinada".
Por último, veamos la opinión de Sergio Balardini: "...jóvenes hubo siempre, pero juventud no, aunque parezca extraño, la idea de juventud está íntimamente ligada a los roles históricos de los distintos grupos etáreos y sociales...", y agrega que "...la juventud como tal (no los jóvenes) es un producto histórico resultado de relaciones sociales, relaciones de poder, relaciones de producción que generan este nuevo actor social. La juventud es un producto de la sociedad burguesa, de la sociedad capitalista, antes la juventud no existía; uno podía decir que jóvenes hubo siempre mientras que juventud no, la juventud como fenómeno social en los términos occidentales que hoy la comprendemos, es un producto histórico que deviene de las revoluciones burguesas y del nacimiento y desarrollo del capitalismo".
Después de analizar las distintas miradas sobre los conceptos de Jóvenes o Juventud, parece quedar claro que éstos conceptos no pueden quedar aislados, sin tener en cuenta las variables económicas, políticas, sociales y culturales que ocupan los jóvenes en la sociedad del siglo XXI. Asimismo, se debe desnaturalizar la categoría juventud, para tomarla en su historicidad. Son arbitrarios culturales y reglas socialmente construidas las que determinan en que momento o por medio de que rituales se pasa de una etapa a la otra, de esta manera, varían las edades cronológicas.
En las sociedades del siglo XXI, los jóvenes son presas de una gran contradicción producto del sistema capitalista imperante y es que los jóvenes de sectores medios y altos generalmente tienen la oportunidad de estudiar, de postergar su ingreso a las responsabilidades de la vida adulta: se casan y tiene hijos mas tardíamente, gozan de un período de menor exigencia, de un contexto social protector que hace posible la emisión, durante períodos más amplios, de los signos sociales de lo que generalmente se llama juventud. En cambio, los jóvenes, integrantes de las clases subalternas, tienen acotadas sus posibilidades de acceder a la moratoria social por la que se define la condición de juventud; no suele estar a su alcance el lograr ser joven de las formas normales: deben ingresar al mercado de trabajo tempranamente ?a trabajos mas duros y menos atractivos-, suelen contraer a menor edad obligaciones familiares (casamiento o unión temprana, consolidada por los hijos). Carecen del tiempo y del dinero (moratoria social) para vivir un período mas o menos prolongado con relativa despreocupación y ligereza.
Podemos afirmar entonces que en la actual coyuntura que vive nuestro país, que será analizado en el siguiente punto, no se puede hablar de jóvenes o de juventud de manera uniforme, ya que éstos conceptos guardan una estrecha relación con las condiciones políticas, sociales, económicas, culturales y hasta jurídicas en que se encuentran los individuos insertados dentro de éstos conceptos. Por lo que sería necesario revisar este "período de transición" denominado juventud.
III.            A quiénes llamamos "Jóvenes" o, qué es la "Juventud"?
IV.            Cómo surge la exclusión? Los jóvenes y el mercado de trabajo
Es preciso puntualizar el inicio de un nuevo modelo estructural a mediados de los años ´70, momento en que el Golpe Militar de 1976 inauguró un proceso de acumulación basado en la valorización financiera del capital y en el desmonte de las instituciones de bienestar. Por otro lado, a partir de entonces da comienzo un importante deterioro de la ciudadanía democrática, que se explica desde dos factores: la profundización de los cambios regresivos en la estructura social, y el reforzamiento de esa tendencia a través de las políticas neoliberales de ajuste económico y flexibilización laboral con la implantación de un Estado mínimo.
Las paulatinas reformas del Estado en la década del ´90 estableció el retiro de la intervención estatal del plano económico y social ?requisito necesario para implementar la apertura económica que afectó negativamente al mercado interno- y, por otro lado, el desmonte definitivo de las instituciones del Estado de Bienestar, indispensable para reducir la presión impositiva sobre los grandes capitales ?base de la demanda de achicamiento del gasto público- y que fue acompañada por la flexibilidad de las relaciones salariales, hicieron crecer sostenidamente los índices de pobreza, indigencia y desocupación.
En esta década se produjo un profundo deterioro del mercado de trabajo, que trajo aparejado la inestabilidad laboral de los trabajadores y una fuerte disminución de los ingresos. Uno de los resultados principales de la política económica aplicada por éstos años fue la modificación negativa en la distribución del ingreso, que colocó a la Argentina entre los primeros 15 países del mundo que exhiben la distribución más injusta; mientras que en lo que se refiere a los países de economías con niveles de vida relativamente altos, nuestro país se ubica entre los que exhiben mayor desigualdad social. De ésta manera, el crecimiento económico de unos pocos se ha conseguido gracias al deterioro de las condiciones de vida de la mayoría.
A mediados de los ´90, en nuestro país comenzaron a sucederse grandes protestas y conflictos sociales, principalmente ante el cierre de fuentes de trabajo y la llegada de empresas extranjeras, vía privatizaciones, a lo que el Estado argentino respondió con la ampliación de su esfera penal. De ésta forma, se criminalizaba la pobreza creciente, pues al no pretender modificar las causas que provocaban la exclusión social, reaparecen las políticas punitivas como complemento del orden de acumulación que se intenta preservar.
Entonces, el Estado argentino ha respondido sucesivamente al problema de la creciente pobreza con una política de "oídos sordos" a los reclamos populares. Simultáneamente a esta sordera, dio paso a una estrategia de lucha contra la inseguridad urbana apelando a un discurso de "mano dura". Con el criterio de "balas para los delincuentes", lamentable frase esgrimida por el ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, el Estado provincial "criminalizaba la miseria". Este criterio asocia en los universos simbólicos a la pobreza con el delito; e identifica a: los pobres, los de piel morena, los mal vestidos, los que hablan mal, los obreros desocupados, los cartoneros, los piqueteros, los que mendigan como los enemigos de la "sociedad civilizada".
Las clases dominantes y sus portavoces, los medios de comunicación de masas, asocian pobreza y violencia, y a esta con la ignorancia, ya que esta es una manera de circunscribir a la violencia que existe en toda la sociedad.
La creciente pobreza en nuestro país repercutió en los niños, adolescentes y jóvenes con mayor incidencia que en el resto de la población. Este fenómeno tiene entre sus causas fundamentales la creciente desocupación y escasez de los ingresos de los adultos, como así también una creciente pauperización de los sectores de la clase media.
La apertura de la economía, el ajuste estructural, las privatizaciones y el achicamiento del Estado, y su impacto sobre las tecnologías productivas, se han reflejado en el mercado de trabajo a través de la agudización de la segmentación, la creciente precarización de las condiciones de trabajo y el alto desempleo, fenómenos que, afectan fuertemente a los jóvenes. A ello, se suma que los requisitos para ingresar a un empleo son cada vez mayores, para conseguir un empleo mas o menos bien remunerado, los requisitos mínimos son de escolaridad media completa.
Sin embargo, la posibilidad de encontrar un empleo "bien remunerado" y encima dentro del "mercado formal" son escasas, además, con la implementación de nuevas leyes laborales, se contempla varios tipos de contratos temporarios, especialmente dirigidos a los jóvenes. La investigadora del CONICET, Claudia Jacinto sostiene que "todo parecería indicar que para ser empleable, un joven debe tener un título de nivel medio, aceptar condiciones precarias de trabajo y contratación, y poseer ciertas características personales e interactivas como responsabilidad individual, autonomía y auto-organización de la tarea, adaptabilidad a los cambios, predisposición al aprendizaje permanente y buen trato".
En este contexto socio-laboral en el que son estrechas las posibilidades de acceso al empleo para todos los jóvenes, la situación se torna mucho más difícil para los jóvenes de las clases populares.
Paulatinamente, junto con el incremento de la pobreza, comenzaron a sucederse diversas estrategias de supervivencia familiar, donde muchas veces, los niños, adolescentes y jóvenes, constituyen un eslabón muy importante en la captación familiar de recursos, a través del desarrollo de distintas actividades, por ejemplo:
a.       Trabajando en la calle, donde básicamente venden mercancías de paso, limpian vidrios de automóviles, practican distintas formas de mendicidad o cuidan a sus hermanos mas pequeños mientras sus madres también mendigan.
b.      Ejercen la responsabilidad del cuidado del hogar, generalmente las jóvenes, haciéndose cargo de los hermanos mas chicos, mientras los padres se encuentran generando recursos fuera del hogar.
c.       Trabajan junto a sus padres o alguno de ellos trabajan en actividades autónomas marginales, como por ejemplo el cartoneo.
d.      Se ven involucrados en situaciones tipificadas como delitos.
Todas estas situaciones, implican casi necesariamente la desescolarización, la pérdida de oportunidades futuras y daño emocional. A estas realidades, podríamos agregarle el deterioro del sistema educativo (del que nos referiremos mas adelante) y los servicios de salud y asistenciales, por lo que, niños, adolescentes y jóvenes quedan excluidos también de éstos servicios, que el Estado debería garantizarlos.
Según UNICEF, en la Argentina, siete de cada diez niños son pobres, y en las provincias del Noroeste y el Noreste, la situación recrudece: tres de cada cuatro niños son pobres y uno de cada tres es indigente. Una muestra realizada por el INDEC en 28 conglomerados urbanos durante el segundo semestre de 2003 (hace sólo dos años) estableció que el 76,8% de los hogares era considerado "pobre" y solo el 23,2% "no pobre", en la actualidad, aunque pareciera que las cifras han descendido, la brecha sigue siendo muy grande. Esto significa que ocho de cada diez hogares no alcanzaban a cubrir sus gastos de alimentos, ropa, educación y servicios. A su vez, cuatro de cada diez de éstos hogares fue considerado indigente. Esto es: no alcanzaban a cubrir los gastos de alimentación.
El agravamiento de las desigualdades y la descomposición social que conlleva, hipoteca el futuro de los jóvenes. Así las oportunidades laborales y educativas de los jóvenes han seguido declinando.
Los jóvenes de hogares pobres se encuentran prácticamente condenados al trabajo como una de las pocas condiciones de movilidad social. Por eso, al ingresar al mercado de trabajo, ocupan los lugares de menor remuneración y casi siempre conjugadas con posiciones de subordinación en el interior de la jerarquía del trabajo. Por el contrario, los jóvenes hijos de clase media y alta, que poseen en general las posibilidades de financiar y sostener la inactividad de sus hijos y así, postergan su ingreso al mercado de trabajo. De esta manera, terminan por tener acceso a mejores lugares laborales, con mayor remuneración y en puestos mas jerarquizados.
La crisis del trabajo cae sobre la juventud diferenciadamente cuando es analizado desde el punto de vista de una sociedad de clases, una vez que para el joven hijo de padres pobres parece haber mayor presencia de un contexto de violencia, en cuanto al joven hijo de padres de clase media o alta tiende a estar asociado a la emigración internacional
Después de los expuesto, tenemos un panorama mas amplio en el cual, hoy por hoy, una gran cantidad de jóvenes crecen y se desarrollan, sumidos en la pobreza, la exclusión, la marginación, carentes de los servicios básicos de educación y salud, desprotegidos por el Estado y sus instituciones. Esto nos lleva a sostener que éstos jóvenes de sectores populares, no se insertan en las características por las cuales se definen comúnmente a los jóvenes, como así también que, teniendo en cuenta esta realidad, el llamado sector de la juventud no es uno solo y para todos iguales, no hay de ninguna manera una juventud homogénea.
 I.            La política educativa en la Argentina reconoce su origen institucional a fines del siglo XIX con la sanción de la Ley 1420 en 1884, que establece el sistema de educación pública, gratuita, obligatoria y laica. Desde sus comienzos, la política educativa ha sido una de las principales estrategias público-estatales tendientes a la integración social de la población, alcanzando hacia finales del siglo XX una cobertura casi universal en el nivel primario.
Durante la mayor parte del siglo pasado, la Argentina fue un país que sustentaba expectativas de movilidad social ascendente para las clases populares urbanas. El paso por el sistema educativo primero, y la inserción laboral posterior en un empleo estable, constituían un recorrido habitual o por lo menos plausible para la mayoría de los jóvenes de clase baja y media urbana. Pero todo ello ha pasado a ser historia para un sector importante de los jóvenes de hoy.
Los cambios productivos, tecnológicos y las nuevas demandas sociales, junto a la proyectada crisis del empleo, pusieron a mediados de los años 80 en la agenda la necesidad de encarar una reforma educacional integral. Al mismo tiempo, a partir de la descentralización de la educación básica y media se puso en juego la necesidad de darle un carácter federal a cualquier proyecto de reforma y a la política educativa en su conjunto.
En este marco, con el objeto de adecuar el sistema educativo a las nuevas condiciones "económicas y sociales", léase demandas del mercado, el gobierno nacional impulsó una reforma global del sistema educativo a principios de la década del 90, lo cual se logró en 1993 con la Ley Federal de Educación (Ley 24195) y la Ley de Educación Superior (Ley 24521).
A partir de la Ley Federal de Educación aumentó el período de obligatoriedad escolar de 7 años (nivel primario) a 10 años, debiendo transitar desde el preescolar hasta el Tercer Ciclo de Educación General Básica (EGB). De esta manera, los alumnos permanecen en el sistema educativo desde los 5 a los 14 años. Los dos primeros años del nivel secundario (de 5 años de duración) fueron asimilados por el tercer ciclo del EGB (de los 12 a los 14 años). Los años restantes pasaron a formar parte del nivel de educación Polimodal, con 3 años de duración no obligatorios (de los 15 a los 17 años).
Más de diez años después de la puesta en marcha de la Ley Federal de Educación, podemos afirmar que actualmente en nuestro país conviven 24 sistemas educativos distintos, dado que en muchas provincias la ley no se aplicó, en otras provincias se aplicó parcialmente y en otras se aplicó casi a rajatabla, como es el ejemplo de la Provincia de Buenos Aires.
Pese a la expansión educacional registrada en la Argentina en los últimos años, se han profundizado las desigualdades en las posibilidades de los jóvenes de diferentes estratos sociales de lograr un nivel de educación que les permita un cierto nivel mínimo de bienestar.
Actualmente, son muchos los jóvenes que sufren el rezago educacional, mucho más si son provenientes de hogares pobres o están vinculados a la economía informal. En este contexto, más del 40% de éstos jóvenes abandonan sus estudios. La realidad marca que el 95% de los niños entran en el nivel EGB pero sólo el 72% terminan. Sólo el 37% de los adolescentes que ingresan al Polimodal lo finalizan, y el dato mas destacado es que solo el 12% de los estudiantes llegan a finalizar el nivel universitario. En igual sentido, cabe observar que el 57% de los jóvenes de 20 a 24 años no supera el nivel de instrucción de sus padres, alcanzando un promedio de 9,5 años de escolaridad. Es aquí donde se manifiesta uno de los principales déficit educativos vinculados al mercado de trabajo.
Como señala el informe de SIEMPRO (2001), "la crónica insuficiencia de ingresos y el fracaso escolar son factores de presión sobre los hogares pobres para que envíen precozmente a sus miembros más jóvenes al mercado de trabajo, interrumpiendo de este modo su educación. Y una entrada al mercado de trabajo con una baja calificación es un factor de peso en la reproducción de la pobreza, ya que los coloca en las zonas más precarias y desprotegidas".
O sea, la exigencia de ingresar prontamente al mercado laboral para los jóvenes de clases populares los hace dejar sus estudios, lo que incide negativamente tanto en los logros educativos presentes, como en las posibilidades de conseguir un empleo adecuado en el futuro. Por lo que, los jóvenes de hogares de bajos recursos son los principales excluidos del modelo neoliberal. Cada vez más jóvenes no estudian, no trabajan, quedan fuera de la sociedad formal y se refugian en las estructuras "no visibles" de la pobreza, la delincuencia o la marginalidad.
El trabajo precoz en niños y jóvenes, o la escolaridad precaria o la ausencia de ella, son hechos que se correlacionan fuertemente, uno se explica por el otro, y también no pueden ser tomados linealmente, uno como solución del otro. Los jóvenes que tiene trabajo precoz o de baja calidad y remuneración, son los jóvenes que tienen poca escolaridad o de pésima calidad o están fuera de la escuela, y se hayan en esta condición por ser hijos de trabajadores en condiciones de vida precaria.
Eso nos muestra que la tesis de "empleabilidad" es falsa y cínica. Falsa porque la escuela no tiene capacidad de generar ni de garantizar el empleo. Esta tesis de la "empleabilidad" es solo una nueva forma de intensificar la explotación del trabajo.
Una ideología que aumenta su eficacia en la medida en que es efectiva en la interiorización o subjetivización de que el problema depende de cada uno y no de la estructura social o de las relaciones de poder. En la escuela de hoy, se trata de adquirir un "paquete de competencias" que el mercado reconoce como adecuadas para el nuevo "ciudadano productivo".
A partir de lo analizado en el punto anterior, es que pienso que el problema del empleo juvenil tiene que abordarse en primera instancia en el sistema educativo y su relación con el mundo del trabajo. El sistema educativo tiene una función central e indelegable en el proceso de adquisición por parte de los jóvenes de las capacidades y actitudes necesarias para una inserción dinámica en el mercado de trabajo. En los mercados modernos se está produciendo un cambio que exige una preparación cada vez mas avanzada para poder optar a los puestos de trabajo que emergen. Cambia el tipo de requerimiento y se pasa de los conocimientos especializados a las competencias generales.
Con ello se refuerza la necesidad de una mayor cobertura en educación primaria y secundaria para desarrollar las competencias básicas que constituyen el fundamento para la especialización. La mejora de la calidad es un desafío obligado; particularmente urgente para los jóvenes que provienen de hogares pobres que deben superar la desigualdad en el acceso a las oportunidades.
Son en su mayoría los jóvenes de sectores medios y bajos urbanos ?sometidos a un mayor empobrecimiento material y cultural- los que tienden a abandonar sus estudios, pasar al desempleo o aun empleo precario y, muchas veces, afectados por el desaliento, ingresar al mercado de actividades marginales.
Lo que vemos entonces, analizando el punto II y el punto III, es que, el trabajo y la educación entran en una radical contradicción, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayor productividad del trabajo debería liberar mas tiempo libre para dedicarlo al estudio, sin embargo, en la fase del capitalismo actual, la exclusión es cada vez mas grande. O sea, crece el número de jóvenes que participan en trabajos o en actividades de distintos tipos como forma de ayudar a sus padres en el hogar y a la vez decrece el nivel de estudios obtenidos.
II.            Los jóvenes y el sistema educativo argentino
Si partimos de una diferenciación de los jóvenes según su condición social, hay tres instituciones (la familia, la escuela y el lugar de trabajo) que funcionan de modos distintos. Por ejemplo, para aquellos jóvenes de clase media o alta, "socialmente incluidos", la familia es el gran punto de apoyo en su travesía entre el mundo de la escuela y el mundo del trabajo.
Cuando ellos se procuran y se experimentan, la familia funciona como contención en los momentos críticos. Para los jóvenes de clases populares, "socialmente excluidos", cuando llega la adolescencia, es la familia la que precisa de ellos para que colaboren en la supervivencia del núcleo familiar.
Para los jóvenes "socialmente incluidos", la escuela es el centro de su vida. El buen desempeño escolar es todo lo que se espera de ellos en esta fase de la vida. En cambio, para los jóvenes amenazados de exclusión, la escuela es una presencia periférica y, asimismo, una ausencia efectiva en sus vidas. Para los jóvenes "incluidos", el trabajo es visto en términos de proyecto de vida, como orientación vocacional. Para los jóvenes excluidos, el trabajo se convierte en la herramienta por la supervivencia.
Para el conjunto de los jóvenes, mas allá de su condición social, la incesante búsqueda de referentes para la construcción de su identidad fuera de la familia, como parte de su proceso de individualización, se torna característico y es aquí, en este proceso, donde los medios masivos de comunicación, fundamentalmente la televisión, tiene su principal incidencia en la subjetividad de los jóvenes, en el sentido de crear referencias de identidad.
La formación para la identidad de los jóvenes se convierte en un proceso penoso y complicado. Las referencias positivas escasean o se mezclan con las negativas. Ropa, posturas e imágenes componen el lenguaje simbólico inseparable de los jóvenes. La identidad solo existe como espejo, y ese espejo es el obrar del otro, el reconocimiento de los otros.
Y en este complejo proceso de la adquisición de identidad de los jóvenes, existe el fenómeno del "mercado adolescente" o lo que es lo mismo, el adolescente, el joven, transformado en franja privilegiada por el mercado consumidor. La asociación juventud-consumo, inaugurada en EE.UU. y rápidamente difundida por todo el mundo, favoreció al florecimiento de una cultura joven altamente hedonista.
La imagen del adolescente consumidor, difundida por las publicidades y la televisión, ofrecen una identificación a todos los jóvenes sin distinción de clase. Esto genera una gran contradicción, ya que al ser la publicidad destinada "a todos los jóvenes", seguramente habrá quienes no puedan acceder a ese producto. Al darse esta situación, que diferencia la posibilidad de "igual consumo" ante la desigualdad de acceso al producto, cada clase social busca determinados valores y determinados padrones consumistas. Sin embargo, en muchas oportunidades, se da el fenómeno de que los jóvenes de clase media o alta tienden a identificarse con los jóvenes de clases populares, y esto se hace principalmente visible en la vestimenta, en la música que escuchan, a los lugares donde van a bailar, etc.
La actual sociedad de mercado, como cualquier aparto cultural, depende de las actitudes y disposiciones psicológicas de los individuos para ser y pensar. Para que el mercado funcione, es preciso que el sujeto esté siempre dispuesto a adquirir los nuevos productos creados por la industria. A esto se acostumbra a llamar consumismo. Sin embargo, la palabra consumismo es inadecuada para designar el hábito económico al cual se refiere por dos principales motivos: por un lado, porque nos hacen creer que consumimos cosas que, de hecho, compramos; y por otro lado, para dar entender que todos somos iguales ante la posibilidad de comprar de mercaderías. El comprar no siempre es una acción regida por necesidades biológicas, pero sí como un hecho económico con implicaciones sociales. Delante de esta realidad, los jóvenes son diferentes y desiguales. Adquirir un determinado define dentro del universo social "quien es quien".
Los llamados "objetos de consumo", de ésta forma, no son consumibles por todos ni están igualmente disponibles para todos los jóvenes. La producción de mercaderías es selectivamente organizada y distribuida para quienes tiene mucho, poco o ningún dinero.
Por lo tanto, el llamado consumismo, es el modo por el cual el imaginario económico encontró su manera de legitimarse culturalmente, representando a los productos o mercaderías como objetos de necesidad supuestamente universal y, ocultando por ese medio, las desigualdades económicas y sociales de los potenciales compradores, en este caso, los jóvenes.
Jorge Elbaum opina al respecto que "... las políticas de ampliación del consumo juvenil, asentadas en la postulación de productos específicos para determinada edad y los discursos homogeneizantes referentes al único tipo de juventud se sustentan en un intento de borramiento de fronteras que las posiciones sociales no dejan de negar a medida que se profundiza en los condicionamientos sociales".
Podemos inferir entonces que es imposible pararnos desde un discurso homogeneizante teniendo en cuenta de qué manera los jóvenes construyen su subjetividad, su identidad, en una sociedad tan polarizada como la nuestra, donde la publicidad y la TV marcan cuál es el objeto a consumir o el producto "de moda" próximo a comprar y que éstos pasarán a ser parte de esa construcción de identidad. Esto marcará en el joven su carácter de "incluido" o "excluido", pero en este caso, del "mercado consumista", lo que en muchas ocasiones trae aparejado la consolidación de discriminaciones simbólicas, jerárquicas, autoritarias y excluyentes, llevando incluso a la violencia.
III.            Los jóvenes y la construcción de su identidad. El "consumismo".
Hemos visto en los puntos anteriores como los jóvenes, de acuerdo a su condición social, se insertan en las esferas laboral y educacional, la estrecha relación que existe entre estos dos factores, y como éstos jóvenes construyen su identidad.
En este punto analizaré como los jóvenes participan en la sociedad, como es su relación con la política y con los partidos políticos, y como participan en otras acciones tendientes a mejorar su calidad de vida. Inmediatamente surgen algunos interrogantes que intentaremos responder en este punto ¿Acaso todos los jóvenes participan de igual manera? ¿Los jóvenes que no tienen participación en organizaciones de la sociedad civil, qué hacen?
Para partir sería conveniente hacer una distinción que creo oportuna: en la Argentina, por muchos años, los jóvenes habían sido uno de los motores de la sociedad en cuanto a inquietudes, demandas, participación y organización. Los jóvenes de la generación del Cordobazo (1969), de la Juventud Peronista u otras organizaciones como Montoneros o el ERP, eran jóvenes que trazaban en sus historias de vida experiencias de participación política basadas en las ideas revolucionarias del socialismo, donde la cuestión principal era transformar al mundo, y cuando ello parecía posible, pero para lograr aquel objetivo había que participar, porque en cuanto uno participaba hacía mas pronta la llegada de ese nuevo mundo, con su hombre nuevo.
La Dictadura Cívico-Militar instaurada en 1976 cambió radicalmente ese panorama. Los jóvenes fueron el principal blanco de las fuerzas armadas, fueron perseguidos, secuestrados, torturados, desaparecidos, asesinados o exiliados. Su efecto perduró por muchos años después de haber concluido aquellos años de plomo.
Sergio Balardini opina al respecto de este punto "... llevando adelante las políticas neoliberales sobre y desde los Estados, desde mediados de los años 70, se actúa en tres espacios, por un lado en el espacio de lo social, desactivando, desorganizando, o sea, desactivando la organización, por lo que habrá una menor demanda popular sobre el Estado; se operará la transformación del propio Estado para que se libere de las respuestas a esas demandas acumuladas; y, en el ámbito de lo económico, la reorganización a partir de la revolución científico-tecnológica. Se actúa sobre lo social, se actúa sobre el Estado, se actúa sobre el sistema económico productivo. Una operación política completa. Transformación que da lugar a una sociedad diferente. Porque en la medida en que la construcción de subjetividad cambia radicalmente, también va a devenir otro tipo de sujetos, entre ellos los jóvenes".
El campo de la acción política hoy se presenta menos nucleada por una confrontación ideológica en una sociedad de clases. La inquietud política de la mayoría de los jóvenes hoy se encuentra en otro ambiente de recepción. A esto se debe sumar la existencia de una fuerte crisis de representatividad y vaciamiento del sentido de las instituciones.
Por muchos medios (especialmente desde el aparato escolar y desde los medios de comunicación de masas) se trata de "despolitizar" a los jóvenes, de conducirlos hacia otros caminos posibles, de desmovilizarlos, de aplacar su espíritu juvenil, y en otros casos, se los estigmatiza o criminaliza.
Otro aspecto a considerar es la falta de incentivos a la participación y organización de los jóvenes dentro del sistema educativo. Tanto los funcionarios educativos como gran parte de los directivos y docentes no facilitan la apertura de espacios de participación estudiantil en las escuelas, negando de ese modo el cumplimiento de los derechos políticos que la Constitución Nacional les otorga como ciudadanos.
En los últimos años, los jóvenes encontraron una vía de canalizar sus inquietudes "políticas" a través de distintas Organizaciones No Gubernamentales (ONG´s), que van desde la defensa por los Derechos Humanos, el Medio Ambiente, el Voluntariado, etc.
Por ejemplo, la cuestión ambiental ha alcanzado un lugar destacado en los debates sobre la construcción social del futuro de la comunidad humana, vinculando a las viejas y nuevas generaciones en una esfera de negociación de proyectos de sociedad y modos de participación política.
Lo que parece atraer a los jóvenes, para la acción ecológica como nuevo tipo de militancia política es su centralidad en problemas concretos, en oposición al tradicional debate ideológico, visto por ellos como supuestamente estéril; la tracción por las causas planetarias, pasando por alto los conflictos locales; y la valorización de una dimensión ético-moral que perciben como ausente de las prácticas políticas tradicionales.
Según Sergio Balardini, el problema radicaría en una "crisis de los agentes socializadores clásicos, de las instituciones tradicionales de participación. Hoy, los jóvenes se agrupan de un modo fuertemente informal, una buena proporción de los jóvenes que participan no lo hacen en estructuras tradicionales, lo hacen mucho mas por agenciarse a proyectos de gestión cultural o social próximos, un qué hacer de resultados, hagamos esto, juntémonos para hacer tal cosa, que puede devenir, o no, en alguna forma organizativa".
Creo que es conveniente hacer una aclaración. La gran mayoría de los jóvenes que se organizan en torno, ya sea de una ONG o a un partido político, son jóvenes de clase media (o media baja, si es que existe esta clase), esto no quita que los jóvenes de clases populares se agrupen y organicen, de hecho es notorio que jóvenes de éstos sectores lo hacen en torno a los movimientos de desocupados, sobre todo en el Conurbano Bonaerense o en el interior del país.
Pero qué pasa con aquellos jóvenes que no se organizan, no participan, no creen en la política y mucho menos en los políticos. Y aquí también cabría hacer una distinción de acuerdo a la condición social del joven. Posiblemente, un joven de clase media o alta no tenga interés en participar en ningún tipo de actividad política o social, dado que su vida pasa por otros ámbitos, como ser la universidad, el trabajo, la familia, los amigos, el club, etc.
En cambio, para aquellos jóvenes "socialmente excluidos" que permanecen alejados de cualquier tipo de organización, alejados de sus familias, expulsados del sistema escolar, con la calle como único ambiente de socialización, se podría decir que éstos jóvenes simplemente son "invisibles". Y esta invisibilidad es causada por todos los sectores de la sociedad que día a día los margina, los excluye, ya ni siquiera las instituciones, sino las personas que son indiferentes ante esta "otra" realidad. Éstos jóvenes "socialmente invisibles" que no participan en la sociedad, son declarados "prescindibles" y muchas veces son perseguidos por las fuerzas de seguridad o institucionalizados, en otras ocasiones, son utilizados para el comercio de drogas, la prostitución, el robo o los secuestros, son víctimas del "gatillo fácil".
Muchos políticos, retóricamente hablan de los jóvenes como "el futuro de nuestro país", pero sin embargo no discuten ni debaten cuando se pone en la agenda la reducción de la edad de imputabilidad penal de los jóvenes.
Los jóvenes, hoy por hoy, no pueden ser el futuro de ningún país, en cuanto una parte significativa de ellos son pobres o indigentes y no tienen acceso a una educación digna o bien son desocupados.
Muchas instituciones condenan a los jóvenes a una "muerte simbólica" y moral, en la medida en que matan su futuro, eliminando las chances de revalorización. Las instituciones públicas son cómplices de la criminalización de la pobreza en cuanto contribuyen a esta dinámica, lanzando a mucho jóvenes excluidos al "infierno" carcelario-punitivo.
IV.            Los jóvenes y las instituciones
Después de haber analizado los factores económicos, sociales, políticos y culturales por los que atraviesa la juventud argentina o podría decirse, los jóvenes argentinos, podemos afirmar que en esta sociedad argentina del siglo XXI no se puede tomar la categoría JUVENTUD como algo absolutamente definido por su edad o por compartir una misma franja etárea y/o generacional, como así tampoco los JÓVENES son una unidad indivisible, como una totalidad homogénea.
Queda claro que los factores arriba mencionados son determinantes para afirmar que existe una crisis de la condición juvenil, ya que ésta, está asociada a que los procesos de integración a la vida adulta ya no transcurren por una autopista central que permitía el paso de la escuela al mundo del trabajo, como había ocurrido en gran parte del siglo XX. Cada vez más, en los sectores mas empobrecidos, el trabajo ha pasado a superponerse o incluso a desplazar a la actividad escolar en la temprana adolescencia. Asimismo, la cuestión juvenil se expresa en términos de crisis de identidad y responsabilidad ciudadana, destacándose en los jóvenes de hoy una cierta anomia hacia las instituciones, principalmente hacia la política.
No todos los jóvenes tiene las mimas oportunidades, ni en el sistema productivo ni en el sistema educativo. Un ejemplo de esto puede ser que 5 de cada 10 jóvenes pobres enfrentan el rezago escolar, contra 3 de cada 10 en los sectores medios, y menos de 2 en los estratos más altos. Esto desde ya influirá en su inserción en el mercado laboral y en como este joven se socializará y construirá su identidad.
Ante las desigualdades existentes, garantizar una educación básica que faculte a los jóvenes de sectores populares a una base sólida de conocimientos que les permita analizar y comprender el mundo de la naturaleza y de las cosas, como así también el mundo humano, social, político, cultural, estético y artístico se hace indispensable. De ésta manera, el joven se formaría como un sujeto autónomo y protagonista de ciudadanía activa, y no reducido a un "ciudadano productivo", explotado, obediente, despolitizado y que es determinado por el mercado.
Lo que subyace es una falta de definición clara en torno a las políticas públicas nacionales en lo que a juventud se refiere, lo que provoca que los recursos existentes no se canalicen en acciones que contribuyan al desarrollo integral del joven. Es así como la pobreza estructural va de la mano del deterioro en el acceso a la educación, de la imposibilidad de acceder a un sistema preventivo de salud, de la inexistencia de un sistema de justicia que cuente con un régimen de debido proceso para este sector de la población, y a esto le podríamos sumar la explotación laboral que sufren miles de jóvenes ante leyes que favorecen al explotador.
El desafío más complejo y, al mismo tiempo, urgente, es la definición de políticas públicas que garanticen el derecho digno de la vida a un contingente de jóvenes, especialmente de las clases populares, empujados a la mendicidad, al empleo precario, a la exclusión educativa, e incluso, a la prostitución, al tráfico de drogas o a actividades criminales.
Una política pública de contenido básico y fundamental debe ser una política que busque articular ciencia, conocimiento, cultura y trabajo y no debe ser homogeneizadora, atomizadota y particularista. Las políticas públicas deben tener en cuenta las singularidades de los sujetos y sus particularidades históricas, mas debe desenvolver una gran universalidad histórica, construida en la diversidad, esto es, la unidad de lo diverso.
Cualquier programa de juventud, ya sea a nivel nacional, provincial o municipal es indispensable que ligue las dimensiones educativas, laborales y de desarrollo social del joven, y que lo incorpore en actividades comunitarias y éstas, deben poner especial énfasis en los segmentos más excluidos.
También es muy importante la participación activa de los jóvenes en la discusión, implementación y ejecución de los programas.
La participación debe traducirse en la insistencia del reconocimiento de que los jóvenes deben ejercer una función protagonista de todas las políticas de juventud, sean políticas públicas del Estado, o sean conducidas en el ámbito de la sociedad civil. En síntesis, cualquier política para juventud debe ser DE, PARA y CON los jóvenes.
Lo que queda claro es que la privación, ya sea de medios de educación, de trabajo adecuado, de políticas públicas adecuadas, implica comprometer el futuro próximo de nuestro país profundizando aún mas el subdesarrollo y la desigualdad. Es por lo tanto fundamental construir hoy un país bajo nuevas bases económicas e institucionales de inclusión, participación e igualdad para las actuales y las nuevas generaciones de jóvenes. Es todo un desafío, pero vale la pena.
V.            Conclusión
                  a.            Alerta Salta, "Informe sobre la situación de los DD.HH. en Argentina", 2004, Informe preparado para presentar en la Tercera Consulta Latinoamericana sobre Defensores/as de DD.HH.
                 b.            Balardini, S., "De los jóvenes, la Juventud y las políticas de juventud", paper de la Conferencia pronunciada en el Seminario "Políticas locales de juventud", Chile, 1999.
                  c.            Braslavsky, C., "La juventud argentina. Informe de situación", 1989, CEAL.
                 d.            Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia, "Informe de ONG´s argentinas sobre la aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño", 2002
                  e.            Declaración del Congreso de SUTEBA, 23 febrero de 20005, www.suteba.org.ar
                   f.            Elbaum, J., "Qué es ser joven", 2003, Mimeo
                  g.            Filmus, D. y Miranda, A., "América Latina y Argentina en los 90: mas educación, menos trabajo = mas desigualdad" en D.Filmus (comp.) "Los 90: política, sociedad y cultura en América Latina y Argentina de fin de siglo", 1999, Eudeba
                 h.            Freire Costa, J., "Perspectivas de la Juventud en la sociedad de mercado" en "Juventud y Sociedad", 2003, Fundación Perseu Abramo
                   i.            Freud, S., "Tres ensayos sobre sexualidad"
                   j.            Frigotto, G., "Juventud, Trabajo y Educación en Brasil: desafíos y perspectivas" en "Juventud y Sociedad", 2003, Fundación Perseu Abramo
                 k.            Hobsbawm, E., "Las incertidumbres de la Burguesía" en "La Edad del Imperio (1875-1914)", 2000, Crítica / Grijalbo
                   l.            Jacinto, C., "Transición Laboral de los jóvenes, políticas públicas y estrategia de los actores", 1996, CONICET
               m.            Margulis, M. y Urresti, M., "La juventud es más que una palabra", 2000, Biblos
                 n.            Miranda, A. y Salvia, A., "Transformación de las condiciones de vida de los jóvenes en los 90", en Lindemboin J. (comp.) "Crisis y metamorfosis del mercado de trabajo" (2° parte), 2000, CEPED, FCS
                 o.            Piaget, J., "Seis Estudios de Psicología", 1994, Seix Barral

                 p.            Salvia, A. y Tuñón, I., "Los jóvenes trabajadores frente a la educación, el desempleo y el deterioro social en la Argentina", 2003, Fundación F. Ebert
VI.            Bibliografía consultada
Realizado por:
Gustavo Racovschik*
*Estudiante de la Lic. en Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de Luján